Santa Marta, la ciudad más antigua de Colombia, está por cumplir 500 años. Pero, ¿qué estamos “celebrando” realmente? ¿500 años de qué? ¿500 años para quién? La colonización no fue una epopeya gloriosa, sino una tragedia marcada por la violencia, el despojo, la opresión y un sin fin de catástrofes que podemos denominar sociales, ambientales e ideológicas de las comunidades indígenas y afros.
¿500 años de qué?
La colonización trajo consigo la imposición de una cultura y religión ajenas, la explotación de recursos y la esclavitud. Celebrar estos 500 años sin una reflexión crítica es ignorar el dolor de aquellos que fueron sometidos. La imposición cultural y religiosa durante la colonización no solo buscaba dominar territorios, sino también las mentes y espíritus de los pueblos sometidos. Las lenguas indígenas fueron suprimidas, las prácticas espirituales demonizadas y las estructuras sociales tradicionales desmanteladas. Esta violencia cultural tuvo efectos devastadores que aún resuenan en las comunidades indígenas y afrodescendientes.
La explotación de recursos naturales fue otro pilar de la colonización. Las tierras fueron arrebatadas a sus habitantes originales para ser explotadas en beneficio de los colonizadores. La minería, la agricultura intensiva y la tala de bosques no solo despojaron a los pueblos originarios de sus medios de subsistencia, sino que también causaron daños ambientales irreparables. Por otro lado, la esclavitud, una de las prácticas más inhumanas de la colonización, trajo consigo un sufrimiento indescriptible. Millones de africanos fueron arrancados de sus tierras, transportados en condiciones infrahumanas y forzados a trabajar en las colonias. Sus descendientes, los afrocolombianos, continúan enfrentando discriminación y luchando por sus derechos y reconocimiento.
La letra de «El Pescador» de Totó la Momposina encapsula la lucha de estos pueblos. El pescador, que habla con la luna y no tiene fortuna, simboliza a aquellos que, a pesar de las adversidades, mantienen viva su conexión con la naturaleza y su cultura. Reflexionar críticamente sobre estos 500 años es esencial para reconocer las injusticias históricas y trabajar hacia una sociedad más equitativa. Es un llamado a honrar la memoria de aquellos que trágicamente resistieron y a apoyar las luchas actuales por el reconocimiento y los derechos de los pueblos que claramente están siendo marginados.
¿500 años para quién?
La pregunta es pertinente. ¿Para quién son estos 500 años? ¿Para los descendientes de los colonizadores que aún ostentan el poder y la riqueza? ¿O para los descendientes de los pueblos originarios y afrodescendientes que siguen marginados? ¿Por qué debemos cerebral a quien nos invadió? La respuesta “políticamente” no es sencilla, pero es crucial cuestionarla.
Durante estos 500 años, las estructuras de poder y riqueza establecidas por los colonizadores han perdurado, beneficiando principalmente a sus descendientes. Estas élites han mantenido su influencia política y económica, perpetuando un sistema que favorece sus intereses. Mientras tanto, los pueblos originarios y afrodescendientes han enfrentado siglos de marginación, explotación y discriminación. Sus culturas, lenguas y modos de vida han sido sistemáticamente erosionados y, en muchos casos, casi extinguidos.
Celebrar estos 500 años sin cuestionar a quién realmente benefician es ignorar las profundas desigualdades y las injusticias históricas que aún persisten. Es esencial reconocer que la colonización no solo fue una invasión territorial, sino también una imposición cultural y un proceso de deshumanización. La conmemoración de estos 500 años debería ser una oportunidad para cuestionar las narrativas oficiales que glorifican la colonización y, en su lugar, dar voz a las historias de aquellos que han sido silenciados.
Para no extenderme más, traigo a colación a Carlos Vives por su más reciente y “emblemática” teoría de la fundición samaria. Así mismo, por el ostento de ser uno de los artistas más representativos de Colombia, que ha sido una figura clave en la ““““promoción de la cultura samaria y caribeña””””. Sin embargo, su enfoque en la celebración de este quincentenario ha sido criticado por algunos sectores; y no es para menos.
En su teoría, Santa Marta no fue fundada mediante usurpación y saqueo, sino a través de un pacto de convivencia entre los indígenas y el español Rodrigo de Bastidas. Esta visión idealizada ha sido criticada, tal es el caso del periodista Jorge Alberto Cote, quien argumenta que Bastidas participó en la esclavización de indígenas y que la versión de Vives es una distorsión de la realidad histórica, (cosa que muchos sabemos). Vives invita a conmemorar la historia desde una perspectiva de convivencia y no de violencia, pero esta visión puede ser vista y está siendo vista como una forma de blanquear el pasado colonial. Carlos Vives, en su afán por celebrar, podría estar perpetuando una narrativa que glorifica un pasado sangriento. Y la gran pregunta es ¿Vamos a dejar que tal atrocidad suceda? ¿A caso vamos a “disfrutar” de las “fabulosas fiestas del mar” el 2025? ¿Esta será solo una discusión del momento?
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