A propósito de un encuentro sobre Antropologías del Sur

“A los antropólogos se los acusa a veces de preocuparse continuamente por el significado de las palabras, cuando en realidad deberían dedicarse a los hechos sobre el terreno…” Tim Ingold. Antropología. Porqué importa

Hace unos días un estudiante me preguntó que qué estudiaba la antropología , la verdad que ahora que escribo estas notas no se si le conteste bien o mal. Primero pensé: por mucho tiempo me dijeron que la antropología estudiaba al hombre, parece una tautología qué no estudia al hombre o que no es estudiado por el hombre o que no es estudiado para el hombre por el hombre. Después pensé en una de las defunciones más usadas la antropología estudia la cultura. Pero recordé de inmediato que la antropología es la disciplina más innovadora de todas y como la moda occidental hoy la cultura es una cosa y mañana ya no lo es, entonces pensé en un escondedero fantástico estudia LAS culturas (la pluralización es instrumento fundamental para evitar enmarcaciones, aunque ellos mismos sean el producto de ellas). Pero de esta pregunta que parece tan inocente sí podemos desprender una serie de reflexiones que tienen que ver con el incierto panorama de la disciplina. Y digo incierto pues después de algunos años de enseñanza veo con preocupación que nadie (desde el punto de vista académico) se pone de acuerdo en muchos de sus principios y hay veces que como mi alumno me provoca irle a preguntar a algunos antropólogos entonces qué es la antropología.Primera reflexión: la teoría antropológica una disciplina ingrata. No se cómo sean las otras disciplinas en lo que concierne a su conformación teórica generada en los procesos históricos, pero creo que en la antropología no hay más ingratitud ni aprovechamiento que en el uso de las categorías. A diferencia de las otras disciplinas la antropología termina siendo en nuestros pueblos (subdesarrollado según otros que tienen el poder de definir quién es y quién no lo es) una especie de la paradoja de Robespierre y su guillotina: le sirvió para quitarle la cabeza a sus enemigos, pero también sirvió para quitársela a él mismo. La antropología sirvió para ayudar a nombrarnos subdesarrollados y hoy con ella misma debemos demostrar que no lo somos por lo menos en las formas de comparación universal que se inventaron los que se inventaron la antropología. Y claro lo que nos llega a nuestras academias son simples replicas de categorías que otras se inventaron y que debemos acomodarlas a nuestras realidades, esto ha sido histórico: cultura, culturas, red, redes, esencias si, esencias no, esencias sí, pero estratégicas, identidad no, identidad sí, pero mesurada, identidad no tanta pues se pueden convertir en nacionalismos extravagantes que pueden molestar al imperio o a los imperios. Y todo termina en recetas, las recetas son buenas y excelentes para nuestra condición de subalternos, las recetas como las listas se incorporan, otros las piensan, nosotros nos las tomamos, nos las bogamos y así nos indigestemos no podemos inventarnos nuestro propio alka seltzer pues hasta este debe ser entregado por ellos sopena de no ser reconocidos en la estúpida y dogmática “aldea global” a la que debemos llegar pues se supone que es nuestra meta. No importa cómo llegar lo que importa es llegar. Más adelante retomaré este aspecto en lo que llamó la colciencitacion de los saberes. Segunda reflexión: las categorías nos las daban como recetas, nos las dieron y probablemente nos la seguirán dando (espero que algún día tengamos las nuestras y hasta nuestros propios anti-indigentadores). Las historias de las categorías merecen un libro como el del padre Félix Restrepo: El alma de las palabras, en donde expliquemos nosotros no los otros de donde vienen las categorías y por qué significan lo que significan. Podríamos decir que la historia de las categorías en antropología es la historia de las dependencias conceptuales, teóricas y metodológicas: hoy amanecimos con ganas de cambiar la noción de cultura por la de red y punto; hoy amanecieron con ganas de cambiar la noción de conflicto por el de postconflicto y punto, se cambia, aunque el conflicto no haya asomado ni siquiera sus patitas para terminarse. Amanecieron con ganas de hablar de Decolonialidad y la anticolonialidad se vino al piso, al traste. No es elegante hablar de anticolonialismo en tiempo de los post (izo) y las luchas frontales de los Martí, de los Fanón, de los Prada, se convirtieron en meras citas de lo que ya no se debe hacer y se espulgaron como quien limpia la cabeza de un niño lleno de piojos. Pero las almas de esas acciones que se volvieron palabras ya no son válidas y nuestros referentes terminaron siendo meta-referentes. Es interesante ver como los post disque recuperan a Fanón por medio de su libro “Los condenados de la Tierra” pero también no deja de ser interesante cómo no hay mayores alusiones a su primer capítulos Sobre la Violencia, es decir Fanón sirve hasta donde yo lo puedo interpretar o mas bien reinterpretar pero desde el escritorio cómodo de una universidad o del tranquilo ambiente y óptimo de nuestra casa y el Fanón que pide más acción que palabras y no tantas palabras y menos acción ese se deja a un lado pues lo post elimina cualquier intervención de los sujetos en la realidad y todo lo deja al texto, a la escritura y claro desde la escritura se pueden hacer miles y miles de revoluciones que al final no entenderán si no ellos mismos.

Autor