• Universidad del Magdalena
Las experiencias de violencia que han marcado la memoria colectiva sobre la historia reciente de nuestro país, por caóticas e ilógicas que se vean, son parte de estrategias
racionalizadas según los intereses de quienes las asumen, llegando en muchos casos a convertirse en la marca personalizada o modus operandis de los grupos armados que han encontrado en las expresiones violentas el medio privilegiado para llegar a los fines de poder y dominio, que en muchos casos parecieran aumentar en su psicología entre más indefensos y vulnerables consideran a los blancos de sus ataques, como es evidente en los actos de masacres, desapariciones y descuartizamientos paramilitares.
De modo que, el ejercicio de conocer y reconstruir desde la memoria de las victimas los hechos generadores de violencia en los departamentos de Magdalena, La Guajira y Cesar cobra especial importancia. Por una parte, se trata de una apuesta desde la cual visibilizar las atrocidades de la violencia contra las poblaciones campesinas, negras e indígenas sobre todo cuando, como bien señala (Arendt, 2006), la mayoría de las veces se presupone y luego se olvida la violencia y su arbitrariedad, como un hecho marginal ocultando en los fines de su uso el sufrimiento y vulneración de las víctimas.
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