Descolonizar La Descolonización

Crear es la palabra de pase de esta generación.
El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! 
José Martí. Nuestra América

La antropología siempre ha sido esa disciplina que se mueve entre pasiones, tensiones, retoricas, elucubraciones, imaginaciones, fantasiosidades de hombres y mujeres que de una u otra manera alguien le otorgó el poder de hacerlo. A veces pienso que la Antropologia es ese bolillo (también llamado. porra, amansa locos, tolete, cachiporra, garrote, bastón, rolo, luma, tuifa o tonfa) que utilizan las autoridades policivas para darle garrote a los que se quieren saltar el orden impuesto pero que también y en muy pocos casos esos alborotadores les quitan el bolillo a las autoridades y con el mismo les dan su paliza a los ejecutores del orden. El problema de este último caso es que como en todo proceso social el que asume el poder (el o los que se adueñan de la cachiporra o bolillo) repiten el mismo proceso de los que la tenían anteriormente: la sumisión y la imposición.

Hace unas semanas nos visitó en la universidad unos de los bastiones de la descolonización en Colombia y en nuestra propia cara (y ese es el principal síntoma del poder) nos dijo que la antropología de la Universidad no había hecho nada y hasta hizo un comentario propio de la arrogancia de los que cree que son los nuevos mesías: que le daba risa lo que producían los profesores nuestros y no sé porque ahí mismo pensé en este párrafo de James Clifford y George Marcus, en su libro Retóricas de la antropología:

“Pero una nueva figura entra en escena. Se trata del etnógrafo indígena (Fahim, ed. 1982; Ohnuki Tiemey 1984). Incardinados en sus propias culturas, estudiándolas, no obstante, en profundidad, ofrecen otros puntos de vista, facilitan nuestro entendimiento de las mismas. Sus trabajos, empero, son restrictivos y se hallan contaminados por el influjo del poder en un aspecto. Pertenecientes a sociedades post-coloniales, o neocoloniales, no poseen, en su calidad de científicos, el distanciamiento necesario para ahondar en la búsqueda de la objetividad pues se ven obligados a trabajar con aspectos espurios de su propi cultura. No puede establecerse cuál es el mejor método de análisis, pues todo, hasta las valoraciones, son cambiantes”. (El subrayado es mío)

Descolonizar se convierte entonces en una categoría de moda, igual que en los setenta y ochenta la “concientización” se convirtió en el caballito de batalla de muchos pseudo marxista – izquierdistas de buena parta del país, hasta que por allá en un rinconcito de uno de sus libros Paulo Freyre preguntó y ¿quién concientiza al concientizador? O a finales de los 90 y todo el 2000 se habló del posconflicto y aun hoy no tenemos ni idea que quisieron decir con eso los intelectuales del interior cuando hoy solo por poner un caso: al Parque Tayrona no se puede acceder sin un permiso de los paramilitares. Doña Flor, una campesina de la vereda del 5 en el Perijá y que no tiene ni idea sobre eso de descolonizar, me decía que cuando una planta tradicional se usa para muchos males hay que dudar de la efectividad de esa planta.

Pensando en ella (en doña Flor) Escribí en Google descolonizar y me salió:

Descolonizar el pensamiento, Descolonizar el conocimiento, Descolonizar el saber y reinventar el poder, Descolonizar el pasado, Descolonizar los museos, Descolonizar la ciencia, Descolonizar la universidad, Descolonizar las publicaciones, Descolonizar los feminismos, Descolonizar los estudios de paz, Descolonizar el Derecho, Descolonizar nuestro futuro, Descolonizar la enfermedad, Descolonizar la historia, bla, bla, bla, lo interesante de este gran catálogo de descolonizaciones son sus trasfondos y aplicabilidades en la vida real, en esta vida, no en la de los textos, en la de los simposios, en las de los artículos indexados: Ngũgĩ wa Thiong’o escribé sobre descolonizar la mente pero a lo largo de su libro no dice nada de descolonizar el islamismo o le catolicismo que tanto daño le hicieron y le siguen haciendo a los pueblos negros de su continente, Boaventura escribe sobre Descolonizar el saber y reinventar el poder pero nadie entiende si era el poder de su seducción o de la vejación hacia las mujeres a las que se refería, descolonizar pues se convierte en el nuevo tuche que están utilizando los intelectuales y la academia para reabastecerse pues las crisis de las categorías se habían desgastado profundamente con las retoricas de la modernidad-posmodernidad.

El mejor ejemplo de la inutilidad de las retóricas está en el hoy Haití, en manos de Jimmy Barbecue Cherizier un ex policía y jefe supremo de las pandillas haitianas, nada se hace sin su consentimiento, sin embargo, las nostalgias nos siguen mostrando la fotografía de Toussaint Louverture y Jean-Jacques Dessalines como los primeros revolucionarios negros que se independizaron del imperio, pero y hoy … cuál es el futuro de esa gente de carne y hueso que no está dentro de los “marcos sociales” del academicismo tradicional ni de las retoricas de la descolonización…? Son muchos los casos en el mundo en donde por un lado están diciendo los intelectuales una cosa y las realidades otra, pero no hay que ir muy lejos aquí no más los tenemos nosotros, el hambre y la miseria de buena parte del pueblo wayúu, yuku yukpa y chimila, la desarticulación comunitaria que dejo el mal llamado postconflicto y su política de reparación, la utópica política de ley de tierras que no ha reparado sino un 12% del despojo paramilitar y guerrillero muchas veces con las complicidades de las aristocracias terratenientes de la región, la corrupción que como un cáncer carcome hasta el último de los rincones del país, etc.

Y vuelvo y recuerdo a nuestro amigo: estandarte indiscutible de la retórica de la descolonización y de la risa que la da nuestro ejercicio académico e investigativo y me quedo sin más palabras, pienso en la doble función del bolillo o garrote de nuestros policías y doy gracias pues justo en este momento ya no tengo más espacio para escribir, pues quedamos que estas columnas eran de dos hojas no más.