Sofía Polo Villa
Universidad del Magdalena
Analizar y reconocer la colectividad feminista como un proceso compartido, demuestra un potencial organizativo de las luchas que actualmente genera transformaciones y cambios del pensamiento y de entorno. A su vez, los logros de estas juntanzas han sido muchos en los que se ha aprendido a reconocer los avances producidos. Sin embargo, son numerosos los problemas, discriminaciones y opresiones que se siguen padeciendo socialmente. En este sentido, las luchas y resistencias en colectivas han surgido por la búsqueda de un mundo de posibilidades para todxs, tomando en consideración las visiones personales como un punto de partida de múltiples acciones políticas, puesto que “lo personal es político”.
Ahora bien, cada grupo, organización, colectiva o movimiento parte desde sus realidades y problemáticas identificadas por quienes construyen y componen estas juntanzas. Desde sus posicionamientos otorgados como sujetxs en sociedad, sus voces, vivencias, ideologías e identidades, haciendo de sus diferencias potencialidades para el cambio, conjunto al que hacer y el aprender a hacer causa común con otrxs que están fuera del sistema, y entre todxs, definir y luchar por un mundo en que todxs podamos ser.
En este sentido, partir desde las colectivas feministas, como indicadores significativos de diversas realidades, políticas, sociales y culturales permiten una visión distinta al reconocimiento de las problemáticas y accionares colectivas que se dan frente a situaciones de desigualdad, opresión, demandas políticas, culturales y económicas e injusticias sociales. De hecho, permite profundizar en las diferencias contextualizadas desde las vivencias de quienes estructuran las colectivas feministas con base a lo que acontece y los intereses relacionados a los procesos políticos, sociales y culturales a nivel local. De esta manera, las colectivas feministas como agentes de consciencia y educación asumen el papel de lucha por la igualdad de género y la promoción de cambios sociales positivos, desempeñan un papel significativo en la visibilización de las injusticias a las que son sujetas las mujeres y el trabajo activo de accionar por transformar y generar comprensión profunda en la necesidad de identificar y parar esas estructuras sociales y culturales que perpetúan la discriminación de género.
La conciencia pública y el activismo son herramientas claves para la búsqueda de impactos y cambios que generen nuevas formas de emancipación, empoderamiento, participación política y ciudadana desde los feminismos. A propósito de estudiar las relaciones de poder que logran ser identificadas, y en el cómo las mujeres suelen y han sido ser muy visibles como seres sexuales con papeles definidos, pero como seres sociales se vuelven totalmente invisibles, reflejando la persistencia de estructuras patriarcales que históricamente han posicionado a las mujeres al ámbito privado, limitando la participación y visibilidad en un sentido público.
Estas colectivas desempeñan un papel crucial en la construcción de un futuro donde todas las personas, independientemente de su género, puedan vivir con dignidad y equidad. Al desafiar las normas de género arraigadas y asumir la generación de conciencia y educación, la denuncia a las diversas formas de violencia basada en género, el reconocimiento de derechos, inclusión y diversidad, movilización y activismo, cambios culturales, empoderamiento, dialogo y sensibilización. En realidad, las colectivas feministas se erigen como incansables motores de cambio.
Es así como identificar la multiplicidad de formas de resistir con base a quiénes lo hacen, desde dónde, cómo y resistir precisamente a qué, en relación con las problemáticas en términos tanto políticos, como sociales y culturales se vuelve un interés objetivo desde el contexto local con relación a los impactos que se buscan de manera colectiva y con enfoques feministas, que desde las diferencias determinantes que hacen que se articulen conjuntamente y que al final se vuelve el hilo conductor de que estas objetivicen el cambio.