Es difícil pensar en el primer o exacto momento en el que otra mujer fue sujeto de mi atención, en primera instancia porque era impensable para mí que una mujer se sintiese atraída por otra, ni siquiera reconocía que fuese posible, así que si en algún momento sucedió puedo decir que debió ser confundido o justificado con admiración, cariño o amistad, porque, ¿cómo te identificas con algo que ni siquiera sabes que existe? En mi niñez nunca escuché la palabra lesbiana, no fue hasta entrar en la etapa de la adolescencia temprana que me enteré del término, sin embargo, no fue de buena manera, adyacente a este lo único que sabía es que eran machorras, asquerosas, y que querían ser hombres. Estos estigmas consecuentes a las visiones heteronormadas de la sexualidad que la sociedad patriarcal ha implementado sobre nosotres, las cuales están determinadas al sistema de poder, en donde se nos enseña que a las mujeres les gustan los hombres y viceversa. Sin embargo, en mi etapa de educación secundaria, por ejemplo, y a mi corta edad en esa adolescencia temprana cuando se supone empieza el “gusto por los hombres” yo no sentía nada, tal vez estaba realmente “muy pequeña para eso”, no obstante, solía notar como a mis amigas les llamaban la atención chicos y ellas tenían la misma edad, así que, al final de cuentas decidí que me gustaría el chico por el que varias se sentían atraídas, “a mí también me gusta Santiago”. Empero, llegó Linda,a reafirmarme que eso no era así.
La heterosexualidad obligatoria me atravesó por completo, a partir del descubrimiento de lo que esta chica provocaba en mí, lo único que hacía era tratar de interiorizar mi heterosexualidad, lo hacía a fuerza, porque “cómo no voy a ser hetero”. Aparte de esto, consecuente a los roles de género de este sistema jerárquico y heteropatriarcal, era complejo pensar en quién era, porque “a las mujeres le gustan los hombres”, a mí no me gusta uno, entonces quién soy, ¿soy menos mujer?, o ¿realmente quiero ser un hombre? Lamentablemente no tenía los medios educativos que respondieran a estas preguntas, mucho menos la guía de algún adulto o si quiera el consejo de mis amigas, porque era algo que no se podía contar y que prefería esperar a que se me “pasara”.
El concepto de identidad de género era algo desconocido para mí, así que, el percibirme a mí misma a través del gusto por las mujeres como querer ser un hombre fue choqueante, no tenía idea que se podía ser una mujer que ama a otras mujeres.
Un día, ojeando una enciclopedia me topé con la palabra homosexual, y la imagen de dos hombres, y dos mujeres dándose un beso, recuerdo haber abierto la misma sección más de tres veces para ver la imagen y entender, puesto que, el significado decía que un homosexual era quien “se sentía atraído hacia alguien de su mismo sexo, y era lo contrario a una persona heterosexual”, pero esto no me dejaba saber nada más, es decir, pues sí, sabía de la existencia de estas personas, pero necesitaba conocer más, el por qué pasaba, si era malo, o si de verdad las lesbianas querían ser hombres.
Posterior a mi primer encuentro con la homosexualidad, hallé la canción Girls like girls de Hayley Kiyoko, una canción y un video que representan el enamoramiento de una chica hacia otra. Puedo hablar de Hayley como uno de mis primeros referentes lésbicos, y en su canción encontré un nuevo mundo que apaciguó un tanto el desbordado desorden que se encontraba en mi interior, recuerdo tanto la resonancia que tuvieron para mí las frases Girls like girls like boys do, nothing new (“a las chicas les gustan las chicas como a los chicos, nada nuevo”) y Don’t tell me, tell me what I feel I’m real and I don’t feel like boys (“No me digas lo que siento, soy real y no me siento como un chico”). (Kiyoko, 2015)
Escuchar, ver y sentir, estos sentimientos plasmados en una canción y video, lo llamaré simplemente como un espacio liberador, porque para mí fue entonces replantearme todo lo socialmente aprendido y lo que por estigma se me había enseñado, “¿entonces se puede?” Se puede ser mujer y que te gusten otras mujeres, porque “así me siento, no me siento como un chico”, me puede gustar una mujer sin querer ser hombre, puedo sentirme así siendo mujer, definitivamente entonces, las lesbianas no quieren ser hombres.
Luego del descubrimiento de dicho video musical me incursioné en la búsqueda de nuevos referentes. Me generaba demasiada curiosidad y necesidad seguir viendo mujeres atraídas por otras, así que me expuse al contenido audiovisual (películas, videos, series, etc) que internet podía brindarme. Encontré un poco de lo que buscaba, aunque, era arduo para mí hallarme completamente reflejada en esas mujeres, porque yo no quería ser infeliz.
Cuando digo que yo no quería ser infeliz me remito a lo que se me fue presentado, recuerdo diferentes parejas lésbicas de los múltiples contenidos audiovisuales que descubrí, Pepa y Silvia de la serie Los hombres de Paco, Emily y Maya de Pretty Little Liars, Rebecca y Paris de A perfect ending, Lilly y Felice de la película Aimée y Jaguar, Jean y Lydia de El secreto de las abejas, Clarke y Lexa de THE 100, entre muchas otras que logré observar. Prescindiendo de que todas ellas eran mujeres que les gustaban otras mujeres y se permitieron explorarlo, y vivirlo, a pesar de, tenían un factor en común, eran rebasadas por una desgracia, separadas, morían o simplemente no había un final conforme que me diese alguna esperanza de que realmente se podía ser feliz; si eres una mujer que te gustan otras mujeres, así que, al no tener un modelo positivo de referencia, deliberé que yo no quería eso para mí, por tanto, si tenía la oportunidad de que me gustase un hombre y ser bisexual al menos eso sería.
Entonces, sobre esta base, es conveniente para mí destacar la importancia de encontrarse representada. Cuba (2018), menciona que las identidades son construidas dentro de la representación y no fuera de ella, por tanto, las posibilidades de vidas que se interpretan en diferentes contenidos audiovisuales y demás productos culturales, pueden ser una forma de hacer frente a la noción de heteronormatividad y un plus para la posibilidad de formar una identidad y vida lésbica.
En igual forma, asimilando que “muchas de las fans lesbianas incorporan sus experiencias como espectadoras en relación con su identidad sexual: para normalizar y afirmar la experiencia lesbiana, para disminuir sentimientos negativos respecto a sus identidades lésbicas y para disminuir el aislamiento social” (Collier et. al, 2009 citado en Guerrero et. al, 2017, p. 33), es crucial entender que mucho va depender del tipo de visibilidad que se le esté dando, sobre todo, si esta ha generado representaciones positivas, si sus experiencias en pantalla han estado mediadas por la hipersexualización que las convierte en objeto de deseo, en aras de complacer a la mirada masculina (hot lesbian), transgrediendo la identidad del personaje y a las posibles representaciones que este puede mostrar, o si solo está brindando dicha aparición lésbica con el fin de aumentar audiencias y mantener rating.
En consecuencia, se puede decir que todo este despliegue de infelicidad alusivo a lo lesbiano, plasmado en cada uno de los referentes con los que me topé fueron una visión dañina, que dirigida por la idea heteropatriarcal de figurar a una lesbiana como una persona que vive en desgracia, la castiga con algo doloroso o trágico. Actualmente, sé que esta problemática recibe el nombre de Dead Lesbian Syndrome (“Síndrome de la lesbiana muerta”), en cuanto al cliché que delega un final trágico para mujeres fuera de lo heteronormativo, en ese marco, se puede decir que el síndrome tiene influencia en la creación de secuelas que perjudican a la audiencia lesbiana. (Guerrero et. al, 2017)
A partir de la influencia que tuvo para mí estas visiones de las lesbianas, y posterior a aceptarme como una mujer que le gustan otras mujeres, no me desprendí del “también me gustan los hombres”, así que, si bien ya era consciente de mi “particularidad”, era algo que no estaba preparada para permitirme explorar, o al menos no en aquel entorno geográfico en el que me encontraba. Por consiguiente, seguí con mi vida “normal”, siendo la única que sabía de esos sentimientos.
No fue hasta entrar en la universidad en un programa académico como lo es antropología y llegar a vivir como foránea en una ciudad con dinámicas sociales distintas a las de mi pueblo, que me permití expresar en voz alta por primera vez que me gustaba una chica, por primera vez reconocí ante otras personas que era una mujer sáfica, y empecé a sentirme cómoda en este nuevo espacio liberador que la universidad y las personas con quienes allí me encontré significaban para mí, hasta aceptar que la palabra lesbiana pertenecía a mí y a mi identidad.
- Cuba, L. (2018). La construcción de la identidad lesbiana en el marco de familias heteronormativas en Lima Metropolitana. Debates en Sociología, (46), 33-61.
- Guerrero-Pico, M., Establés, M. J., & Ventura, R. (2017). La Síndrome de la Lesbiana Morta: mecanismes d’autoregulació del «fandom» LGBTI en les polèmiques fan-productor de la sèrie «The 100». Anàlisi: quaderns de comunicació i cultura, (57), 29-46.
- Kiyoko, H. (2015). Girls Like Girls [Canción]. En This Side of Paradise. Atlantic Records.