Y hay quienes prefieren el riesgo de perder en el amor, que perder el amor.
Con tan solo leer la introducción de “Todo sobre el amor” escrito por Bell Hooks, me hizo cuestionarme mucho sobre esto de «el amor» y cómo a nivel social se es asumida esta palabra, desde diferentes puntos de vista, ya sean literarios, generacionales, desde el romanticismo, etc. E incluso desde la diversidad de posibles escenarios en los que esto puede estar inmerso. Pero el punto central es que, iniciando la respectiva lectura me percaté de generar cuestionamientos derivados de esta palabra de cuatro letras, que, aunque corta, para muchos nos ha de quedar grande. Y como lo menciona explícitamente la autora “queremos saber qué es el amor, pero tememos que el deseo de conocerlo en profundidad nos acerque cada vez más al abismo de su carencia”.
Considero que hablar de esto implica de una complejidad algo extensa por la cantidad de significantes que le podemos dar y las experiencias que nos conlleva a generar aquellos conceptos y percepciones que derivamos o relacionamos a esto. Pero si nos posicionamos en un escenario común donde la definición sea compartida por todos y todas, de manera unitaria, ¿cómo sería amar? Sin embargo, hoy en día darle un significado a esto podría estar rodeado de misterio. Asumo y concuerdo con una posición en la que no se defina el amor como un concepto de carácter limitante, en el que más allá de ser concebido popularmente como un sentimiento sea visto además como una acción. Por esto mismo menciono a Scott Peck quien señala que «El amor está en los gestos y conductas a través de los cuales se expresa. El amor es un acto de la voluntad, es decir, que comprende tanto una intención como un acto. La voluntad implica también elección. No estamos obligados a amar. Elegimos hacerlo» Y esto nos puede llevar a preguntarnos ¿cómo amamos?, ¿cómo hemos sido amados?, ¿qué aprendemos de cada amor?, ¿cómo acciono mi amor al otro?, ¿a quiénes elegimos amar? (si es que se elige o simplemente se hace correspondido) y un sinfín de incógnitas que pueden surgir alrededor de este término.
Por otro lado, ¿es posible asumir el amor como un riesgo? Estimaría que sí y están quienes por lo mismo le temen a esto. Están quienes sienten que no tienen idea de cómo amar puesto que quizás por diversos escenarios nunca se han permitido digerir el amor como algo positivo en su totalidad, por ejemplo, quienes vienen de familias disfuncionales, quienes conllevan de crianzas con maltratos o simplemente quienes se sintieron cuidados, pero no amados. Y menciono la familia y a aquello que conlleve a la primera etapa de vida porque se dice que la familia viene siendo la primera “escuela” del amor. Al final cada unx podrá decidir o le corresponderá seguir con las formas en las que de alguna manera vivenció el amor desde un modo inicial o tomar los riesgos por vivir y conocer esto mismo, así como quienes expresan que prefieren el riesgo de perder en el amor, que perder el amor.
El tema del amor nunca pasa de moda y aunque se hable tanto de amor y a la vez se diga tan poco, la mayoría de las veces se expresa como algo trillado y monótono. Aunque hoy en día, cuando hablamos de esto, inicialmente, se busca referenciar con los modos que damos y nos dan aquello que podemos percibir como amor. Actualmente es popular esto de los lenguajes del amor, hablar sobre esto, creo que se ha vuelto muy común, esto de identificar y cuestionarnos a nosotrxs mismxs ¿cuál es nuestro lenguaje del amor? E identificarlos en lxs que nos rodean. Entendiendo los cinco lenguajes como las palabras de afirmación, el tiempo de calidad, los actos de servicio, el contacto físico y la materialidad o regalos. Estamos hablando de algo reciente, publicado en 1992 por el autor Dr. Gary Chapman quien expresa que “los lenguajes del amor reflejan cómo personas con diferentes personalidades y experiencias de vida reciben y dan amor de diferentes maneras”. Y si no estoy mal, son conceptos que se popularizaron gracias a las redes sociales y de cierta forma se ha visto acogido de forma grata y asertiva por generaciones actuales.
También me parece importante hacer mención no sólo del amor en una idea generalizada, que se da y se recibe, sino también de aquel amor al que se le suma la palabra «propio» que para muchos puede costar asumir y cultivar. Y que, por cierto, de una misma forma se me hace delicado y complejo mencionar por todo aquello que conlleva hablar de esto, sin dejar atrás toda aquella diversidad de componentes que caracterizan este tipo de amor. Generalmente se relaciona el «amor propio» como sinónimo de aceptación y pienso que más allá de esto va dirigido hacía el autocuidado, ya sea físico, mental o espiritual, desde las limitaciones que imponemos, desde las exploraciones que asumimos para el autoconocimiento y por medio de esto llegar al reconocimiento de los que nos hace bien. Y bueno, ¿cómo aprendemos del amor propio? Estimo que es un aprendizaje autónomo desde las experiencias de vida oportunas a tener en las que influyen de manera relevante todo aquello que nos rodea, las influencias que dejamos pasar, las validaciones que se reciben de afuera, que pueden ser tanto negativas como positivas, pero que de alguna manera hacen ver aspectos que no se hacen auto reconocibles. Un tipo de amor que no suele ser prioridad consciente para todxs, pero que en algún momento busca su lugar.
En resumidas cuentas, de todo aquello que faltó por mencionar, se puede apropiar del amor como una emoción, como una subjetividad, como algo desafiante, como un proceso continuo, como que puede tener múltiples formas y que hace que al hablar de esto se vuelva un asunto multifacético, que se logra tomar como objeto de estudio, reflexión y debate. Que, por cierto, no está demás mencionar que varía con base a las perspectivas y vivencias individuales como un continuo objeto de comprensión.