Aproximación a las percepciones del suicidio

En la cotidianidad, el suicidio y lo relacionado con este es un tema que de cierta manera se está “normalizando” dentro de la comunidad juvenil; hasta tal punto de escuchar conversaciones donde no se presenta ningún tipo de impugnación respecto al tema. Esto se presenta de manera diferente en una población algo “mayor” donde se observa que al exponer este fenómeno en una conversación resulta ser un tema tabú y hasta puede llegar a generar aberración, debido a que muchos no asimilan este tipo de muerte, ya sea por sus creencias o formas de vida. Así mismo, las percepciones ante este acto pretenden ser diferentes.

Con la finalidad de comprender y dar cuenta sobre las percepciones sobre el suicidio como fenómeno social, dependiendo de su edad, orientación, creencia y/o estilo de vida; realicé un acercamiento con personas vinculadas a la Universidad del Magdalena. Partiendo desde la idea de María Noceti, entendí el suicidio como un hecho comunicacional; siendo este un acto que se expresa o al cual el suicida recurre cuando la comunicación verbal no tiene impacto alguno en su comunidad. Además, este tipo de comunicación no debe verse como algo disfuncional, sino como un acto de comunicación totalmente natural y funcional, donde según Noceti “el acto de morir es en sí mismo un mensaje y no un fin”.

Ahora bien, ¿cómo es percibido el suicidio en el momento y qué impacto tiene en las personas?, y sobre todo ¿está bien o mal?. El papel que juega la sociedad es fundamental, ya que puede ser la ayuda o el detonante para el proceso. En las personas de primera fila (los familiares y amigos del fallecido) por lo general surge una serie de reflexiones y sentimientos de remordimiento que carcome mayormente a los padres, a quienes consume el amargo sabor de la culpa, al tener la teoría arraigada de que “pudieron hacer más”.

Desde otro punto de vista, en las poblaciones más jóvenes, surge la idea de que la vida es algo espontáneo, pero que nadie debe ser obligado a vivirla. Por ley natural, podemos decidir si queremos vivir o no, y se nos debe respetar. Así mismo, el suicidio es visto como un acto de valentía, respetando el hecho de que la persona vivió hasta donde pudo, y tomó la decisión como algo valiente. De igual manera, existen personas que ven esto como la falta de estabilidad y el no saber lidiar con los problemas de la vida. Esta mínima presentación demuestra, diversas connotaciones del suicidio en una misma población.

Las percepciones cambian, cuando se trata de personas con creencias arraigadas y se relacionan de alguna manera con los mayores de edad, pues lo asocian directamente con su devoción a Dios, y con el hecho de que ante sus ojos el acto de quitarse la vida está mal visto. Ahora bien, al ser un acto mal visto, la acción de comunicarlo o expresarlo les genera incomodidad o aberración.

A mi parecer, las creencias e ideologías, al igual que las edades de las personas, si influyen en los procesos de asimilación y la forma en la que es visto el suicidio. A simple vista puede ser algo obvio, pero al momento de analizar lo complejas que son las dinámicas socioculturales que se viven en diferentes partes del mundo, o incluso de la Costa Caribe colombiana, posiblemente las percepciones ante el acto suicida puedan ser diferente, ya que solo realicé un acercamiento investigativo sobre esta temática con una pequeña población universitaria.

Para responder la pregunta de si está bien o mal el suicidio, cabe resaltar que todo depende de como se mire o desde donde, porque el punto de vista del espectador define la realidad de los hechos. Por lo general, creemos que el suicidio es un acto de poca valentía, que quien lo hace es un simple ser que no merecía vivir por diversos motivos, pero a mi parecer, estamos mal, porque al no vivir lo que estas personas experimentan en su proceso, no tendríamos la capacidad de entender la razón de sus actos.

Desde mi experiencia con personas que han expresado ideas suicidas, noté que una gran serie de sentimientos y estados de ánimo se experimentan fuera del bienestar y el estar bien. Además, son detonantes que al llegar a su punto máximo deterioran la salud mental hasta llevar a la persona a quitarse la vida. Uno de estos es la depresión, que la podría definir como un estado de aflicción donde no existe motivación alguna para afrontar los cambios de la vida.

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