Era un parcero de los buenos, para la escritura, para el amor, para el trabajo, para las matemáticas. Un joven muy Notable, donde iba se hacía notar. No hacía bromas porque no era bueno para los chistes, pero se robaba todos los aplausos imitando el dolor con sus poemas, se mostraba como el salvador, el mesías que nos promete la religión. Era un tipo prestante, sentido, conmovido, hasta espiritual, decían todos. Era de esperarse que siempre Brillara, el Brillans. Amigo de todos y solo en todos lados. Iba rodeado siempre de un buen aplauso, de un like, de un “te felicito”. Le alegraba y volvía a sí mismo cuando recibía un premio, peleaba por un premio, por un lugar, una pose en la foto, una carita feliz en el cuaderno. Por aparecer en la plana de la página del periódico, o del insta.
Un león de la manada, un rey, King of bongo, su padre y su madre andaban pendientes de sus novedades, orgullo de la familia por su Notabilidad. ¿Alguno de ellos acaso fuera notado en público y cuando se le veía en las redes sociales’ El Brillans sí que lo hacía, por eso daba por ahí alguna entrevista. Su nombre era importante, aunque no le pagaran, publicaba libros y aparecía en proyectos sociales por pura vanidad, pagaba para aparecer, aunque el precio no fuera en moneda corriente. Notable era Brillans en los posters y su imagen pública fue poco a poco haciéndose su verdadero nombre. Se miraba frente al espejo y era Notable.
Él mismo hizo de su historia su verdad escrita en los libros, daba en las charlas que ofrecía, sus fotos en todas partes eran su foto interior y el tenía la certeza de que era esa imagen fija. Brillans no sabía lo que le esperaba el día que se rompió el espejo. Poco a poco dejaron de invitarlo, ya no tenía cómo renovar sus historias, a nadie le interesaba el dolor de la humanidad que él representaba, no buscaban salvador y sus fórmulas retóricas se volvieron repetidas, el Brillans le daba voz a los que no tenían voz y aquellos ya no les interesaba tener una. El Brillans se miraba en todos y en cada uno había una grieta. Empezó poco a poco a llorar por un aplauso, a cambiar alimento por un bien hecho parcero, tenga este poquito, un mensajito, una llegada de alguien a sus conferencias lo hacían feliz, y abrazaba con toda el alma cualquier migaja que le regalaran, o con toda la máscara que ya no conocía de alma.
Pero esto fue bueno para él, a pesar de que en ese momento se sentía derrotado, triste, oscuro, decía que ya no tenía quién ser, a quién decirle cómo se vive la vida, qué se debe o no decir, su mirada nublada poco a poco, como las grietas del espejo, sacaba lágrimas y el dolor del corazón se hizo tan grande como el hueco en el estómago. Padre por qué me has abandonado, miró a Dios por un momento, pero no se sentía cerca, ni a la izquierda, ni a la derecha. Estaba él solo pasándole a la gente y dejando que la gente le pasara por ese hueco. Daba compasión tanto dolor del Brillans, que ya de sol no tenía más que un nombre olvidado.
No se le vio salir más en el periódico, algunos dijeron que había muerto, no tenía más por decir, la ausencia hizo grande su presencia y empezaron a recordarlo como se habla de la gente en los velorios. Era un buen hombre, a todas sus mujeres las quería por igual, les daba trabajo a todas, las ponía a vivir para no tener que darles dinero, les decía que eran buenas madres y cuando dejaban a sus hijos con las niñeras se portaba como todo un padre responsable y regañón, ellas estaban locas. Él era un buen hombre, dijeron las plañideras.
A Brillans llegaba ese rumor a través de las redes sociales donde veía de vez en cuando lo que la gente hacía, se sentía pobre, miserable, perdedor, y ahora quién era si ya no era nada ni nadie, dejó de comer y sus ojos poco a poco se abrieron más. Un día despertó y se vio al espejo y no había nada. Qué susto se dio cuando no vio a nadie en su reflejo. Era el mismo hueco habitado, escuchó una música que lo llamaba a lo lejos de su propio lugar: yo soy bueno, yo soy bello, yo soy uno. Y notó que algo en él se estremeció y una semilla apareció en el centro de lo oscuro como una luz nueva. Apareció la foto de su madre anciana y feliz de verlo, abrazó a mamá y poco a poco la semilla fue creciente. Tomo la fuerza de la vida. Y ahora había en lugar de hueco una plantita con raíces hiladas y otras fotos de sus ancestros cantaban en lo oscuro. Brillans empezó a ver cada mirada y reconocer en cada hojita que nacía un rostro nuevo, la semilla se hizo planta y poco a poco las raíces se hicieron fuertes y las ramas tocaron el cielo y después de mucho dolor las ramas crecieron y un Flamboyán rojizo creció del tamaño de un árbol de más de 400 años.
Brillans miró en el espejo la imagen de su padre. Yo soy uno, yo soy bueno, yo soy bello. Era una mirada hermosa y detrás de él todos los ancestros a la derecha. Y el hueco cerró porque ahora Brillans caminaba con un rostro nuevo, y se dedicó a ofrecer sus ramas a todo el que se encontraba bajo sus sombras. Daba frutos cuando estaba cargado, daba flores cuando llegaba el desasombrado, daba sombra al que buscaba descanso. Daba savia a las raíces y la tierra le bendecía con el movimiento del aire flexible y pleno. Brillans Notable brillaba como el árbol más hermoso del bosque en el que nació. Tuvieron que acostumbrarse a él y a su presencia como hace la gente que mira el paisaje y ve lo que realmente se ve debajo de las pieles.