Del mes de marzo, a comienzos de agosto, tuve la oportunidad de realizar un intercambio estudiantil a la Universidad Philipps Marburg, en Alemania. Durante este tiempo, comencé a ser consiente de mi persona, mis pensamientos, prácticas y conocimientos como mujer de Santa Marta, Colombia. Esta concientización me permitió comenzar un proceso de reflexividad sobre cómo la influencia de mi identidad geográfica, influyen en mi discurso; es decir, como el ser colombiana, costeña y latina, incide en cómo, desde donde y sobre que hablo. El proceso de reflexividad fue mediado por las distintas conversaciones antropológicas que tenía, así como mi experiencia en los espacios académicos y personales en los que me posiciono como antropóloga colombiana.
En esta reflexión e introspección me di cuenta de un aspecto clave que media mi discurso antropológico frente a lo que planteaban mis compañeros y maestros europeos, los cuales son el dolor y la rabia. Estos dos sentimientos provienen del proceso socio-historio que hemos pasado como país y como continente, que sigue estando presente en la actualidad y moldea nuestro posicionamiento. De este mismo dolor y rabia, surge la culpabilidad, es decir, echarles la culpa o darles cierta responsabilidad por lo sucedido y lo que sigue sucediendo a las personas provenientes de estos países europeos u occidentales.
Cuando hablo del dolor y la rabia como parte del discurso, también me refiero, al no olvido ni perdón, por las situaciones que se dieron en la conquista, la colonia y se siguen viendo presentes en la actualidad. Este dolor y rabia por las vidas, conocimientos, prácticas, idiomas, cosmovisiones, economías, comunidades y personas que fueron arrebatadas, torturadas, violentadas, así como extintas. Ejemplos de estas situaciones en el hoy, son la categorización de Primer y Tercer mundo; la exportación de los alimentos…
Estos sentimientos no los identifiqué únicamente en los discursos antropológicos, sino también en mi vida personal y cotidiana. Lo anterior se debe a que sigue la creencia recíproca de supremacía de países como Alemania sobre Colombia. Un caso que me dejo marcada por completo fue una conversación sobre el banano y el plátano que tuve con un compañero griego, esta persona me decía que el plátano y el guineo verde eran lo mismo, cuando claramente no lo son. Yo como samaria, que conozco de estas diferencias porque en el territorio se ven estas plantaciones, además de que hacen parte de mi dieta normal en Santa Marta, le trataba de explicar que no eran ni parecidos; sin embargo, él sin argumentos seguía insistiendo que el plátano y el guineo verde eran lo mismo. Con lo anterior busco ejemplificar como mis conocimientos eran invalidados, lo que generan una rabia y una frustración que se evidencian al hablar sobre y con las personas que viven en Europa Occidental, principalmente.
Estos dos aspectos son los que más resalto, porque en ocasiones no quedan solo en el discurso, sino que se convierte en un sesgo, que no me permite observar las nuevas maneras de hacer antropología. Lo siento como tal porque el dolor y la rabia dan paso a la generalización y el mantenimiento de la dicotomía occidente y no occidente. Igualmente, como lo mencioné, me dificulta identificar las maneras como se está poniendo en práctica la antropología desde la concientización del privilegio y la reflexividad. Con esta crítica a mis propios sentires, busco ser consciente de que como se siguen perpetuando ideas, discursos y prácticas, también se están buscando cambiar y transformar a estas mismas.
Para concluir me gustaría también ver este discurso como una forma de resistencia, porque tuve el privilegio de ir hasta Alemania, a demostrarme a mí misma y a las demás personas la capacidad que siempre hemos tenido y nos han negado de ser, pensar, sentir y hacer como Latinoamérica, como Colombia y como Caribe. Para mí, el reflexionar y concientización me ha llevado a entender la antropología como una forma de vida, que me permite cuestionar y cuestionarme con argumentos y fuentes. Es como una manera de enfrentar y combatir al mundo, buscando las maneras de reproducción de estas ideas y discursos que lideran a la sociedad en general e imposibilitan a las comunidades, personas y periferias.