¿Es la microenergía un modelo energético viable?

En la era moderna, la energía se ha convertido en un elemento indispensable para el funcionamiento de nuestras sociedades. Sin embargo, la forma en que obtenemos y consumimos esta ha planteado grandes desafíos en términos de sostenibilidad, equidad y acceso. En este contexto, surge un concepto revolucionario conocido como “microenergía”, que merece nuestra atención desde una perspectiva antropológica. La microenergía representa una transformación en la manera en que las comunidades pueden generar y distribuir energía de forma autónoma, descentralizada y sostenible.

Un aspecto clave de la microenergía es su enfoque en la sostenibilidad y la resiliencia. Las fuentes de energía convencionales, como los combustibles fósiles, generan una serie de problemas ambientales y sociales. En cambio, la microenergía se basa en fuentes de energía renovable y limpia, como la solar, eólica o hidroeléctrica de pequeña escala. Esto no solo reduce el impacto ambiental, sino que también fortalece la resiliencia de las comunidades ante posibles interrupciones en el suministro energético.

Un ejemplo de estas herramientas microenergeticas es uno de los proyectos creados en la Universidad Simón Bolívar, que actualmente por ser una propuesta aún no tiene un reconocimiento. Un grupo de estudiantes, a través de un sistema fotovoltaico de reciclaje de luz interna, buscan utilizar la energía generada por las bombillas de las casas para redistribuirla por la misma. El mecanismo es en cierta manera un micro panel solar, el cual en esta ocasión llamaré micro panel energético, que recoge esta energía, la cual pasa por dos procesos de regulación y estabilización para no dañar el panel y mucho menos su mecanismo.

Otros ejemplos en aspectos más generales son las pequeñas turbinas hidroeléctricas, las cuales en áreas cercanas a ríos o arroyos se pueden instalar para aprovechar la energía del agua y generar electricidad. De igual manera, los generadores eólicos pequeños de baja potencia pueden aprovechar el viento para generar electricidad. Estas turbinas se usan en zonas con buena disponibilidad de viento y pueden ser instaladas tanto en terrenos como en techos, evitando así la posible irrupción en los territorios. Otro de los sistemas es el biogás, el cual mediante la digestión anaeróbica (proceso por el cual la materia se descompone cuando hay ausencia de oxígeno) de materia orgánica, como residuos agrícolas o estiércol, se puede producir biogás, el cual se utiliza para generar electricidad y calor en comunidades rurales.

La microenergía representa una transformación en la manera en que las comunidades pueden abordar sus necesidades energéticas de manera sostenible, equitativa y autónoma. A mi parecer, esta destaca la importancia de empoderar a los territorios, permitiéndoles tomar decisiones sobre su propio suministro energético y reducir su dependencia de los sistemas centralizados.

A pesar de sus beneficios, la implementación de la microenergía no está exenta de desafíos. Requiere una inversión inicial, conocimientos técnicos y una adecuada gestión comunitaria. Sin embargo, estas barreras pueden superarse a través de alianzas entre instituciones gubernamentales, organizaciones no gubernamentales y las propias comunidades. Esto es lo que diría cualquier otra persona, pero realmente no creo que este tipo de alianzas generen algún cambio, ya que, basándonos en la poca consideración e ineficacia de los entes gubernamentales, nos podemos dar cuenta de que las cosas no funcionan de una manera justa.

Dejando el negativismo, al fomentar la autonomía energética, la microenergía promueve el desarrollo sostenible y fortalece la resiliencia de las comunidades frente a los desafíos ambientales y sociales. Además, al abordar la brecha de acceso energético, ofrece una oportunidad para promover la equidad y la justicia social, permitiendo que incluso las comunidades más marginadas y remotas puedan acceder a los beneficios de la energía. Todo siempre y cuando se supere la brecha de las políticas justas y comprometidas con las comunidades.

La microenergía al adoptar un enfoque centrado en lo local y en la participación comunitaria, se presenta como una alternativa transformadora que puede impulsar cambios significativos en nuestra forma de entender y abordar los desafíos energéticos del siglo XXI. A pesar de que el avance microenergético se sienta a la vuelta de la esquina por los avances considerables que se han conseguido, la realidad es que está más lejos de lo que se siente, ya que, en un país como el nuestro, o específicamente en un lugar como Santa Marta, las condiciones para fomentar una transformación energética no se han presentado y en gran parte existe una desinformación descomunal. De igual manera, los entes a cargo de la distribución energética básicamente no permiten al consumidor tener algún tipo de energía renovable, ya que imponen ciertos límites y cobran altas tarifas por usar otro sistema que no sea el centralizado.

Para concluir, ¿es esto un modelo energético viable?, yo diría que sí, pero no. Si porque en la teoría este modelo se presenta como algo revolucionario y de cierta manera útil y necesario para todos. Y mi negativismo ante esto no se da porque yo lo vea como una mala idea, sino más bien porque en gran parte no estamos preparados para este cambio, y someternos de manera abrupta en la microenergía generaría más afectaciones que beneficios.

 

 

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