Historia del tiempo presente

I

¿De qué se está hablando cuando se habla de la historia del tiempo presente?

Esta primera pregunta plantea un amplio espectro con el objetivo de exponer ideas sin marcos de interpretación y como acercamiento a la historia del tiempo presente. Para empezar, se puede estar hablando de un fenómeno vinculado a un cambio de paradigma en la disciplina histórica o nuevos enfoques y perspectivas para abordar el tiempo presente. Esta idea pone de relieve que quien escribe estas modestas líneas está entrando en un territorio inexplorado y desconocido. Razón por la que, para explicar la historia del tiempo presente, se recurre a dos autores: Josefina Cuesta (1983) y Hugo Fazio (1998), quienes exponen un estado del arte de la cuestión y marcos analíticos necesarios para comentar el tema. Esta primera parte, de extensión explicativa, se concentrará en trazar las ideas centrales de los autores sin ahondar en opiniones, simplemente para instalar una discusión y quizás dar a conocer percepciones de utilidad.

Josefina Cuesta (1983) sitúa la historia del tiempo presente en variadas unidades problemáticas que involucran a repensar la historiografía tradicional y contemporánea, esbozando discusiones en torno a la noción del tiempo presente; la memoria y el recuerdo; la relación poder-saber; la continuidad y el cambio; el tiempo corto y tiempo largo; así como los marcos cronológicos, el hecho histórico y las concepciones del tiempo en la historiografía. Estas unidades no surgen en vacío interés académico, sino por demandas sociales que reconfiguran el saber histórico en sus niveles epistemológicos y metodológicos, así como en la elaboración y producción de la historia en aras de la utilidad social. En consecuencia, estas concepciones del devenir histórico enlazan al sujeto con el conocimiento, la acción histórica y la memoria; y, además, representan rupturas sociales, relaciones de inmediatez con los acontecimientos, tipologías analíticas de investigación e intereses de grupos sociales.

Josefina Cuesta esboza que “la historia del tiempo presente significa el derecho de la propia generación protagonista a preguntarse por el significado, si no por el sentido, de su propia acción histórica” (Cuesta, 1983, p. 228). Al exponer este proceder metodológico de la historia insta la conexión del historiador del tiempo presente con la demanda social, quien puede llegar a formular un hilo conductor para construir la realidad del acontecimiento y aportar “legibilidad social” a los cambios estructurales y coyunturales de su tiempo. En vista de que ocurre una ampliación del ámbito temporal histórico hasta nuestros días, las fuentes orales juegan un papel privilegiado proporcionando protagonismo al testimonio y la denuncia como instrumentos que relacionan a los agentes sociales con la acción histórica; y, más aún, reclaman reflexiones metodológicas y éticas en torno a los binomios historiador-testigo o historia-testimonio como aspectos que labran una alternativa historiográfica.

Llegados a este punto, concebimos que la historia del tiempo presente encarna una exigencia historiográfica y una demanda social tal y como lo plantea Hugo Fazio (1998). Siguiendo al autor, este arquetipo de historia podría ser el resultado de la universalización de los procesos de globalización y el sentimiento de vivir en un mundo caracterizado por la urgencia, que demanda a este nuevo enfoque un punto de partida encuadrado en la inmediatez, relacionando tiempos de coyuntura y procesos de larga duración. Este cambio en la cronología histórica instala al acontecimiento dentro del tríptico temporal, imprimiendo la ruptura del antes y el después en una determinada duración. Como resultado, el tiempo que es vivido, experimentado y elegido en la acción subjetiva de los agentes sociales, evidencia el cambio estructural histórico y el comienzo y final de una serie de acontecimientos.    

Esto quiere decir que la humanidad atraviesa un “tiempo mundial” en el que la historia se enfrenta a tendencias globalizadoras que ocurren por el desarrollo de los medios de comunicación, la urbanización y la masificación de la educación. Tales mecanismos consienten que un acontecimiento involucre un amplio número de personas con el objetivo de transformar percepciones históricas y proyectos de Estados-Nacionales. Es decir, los acontecimientos que se toman como referencia por los autores son la II Guerra Mundial y la caída del Muro de Berlín, como hechos históricos que enclaustran una simbología de cambios estructurales y ponen fin a una fase de la modernidad. Se infiere, entonces, que hay un regreso del estudio del acontecimiento como productor de sentidos, de modelos, estructuras y acciones que representan dimensiones políticas, sociales, económicas y culturales de un tiempo, que conlleva a formar capacidades de aspiración del sujeto histórico en la edificación del sentido de futuro, con relaciones intervenidas por corrientes de pensamiento global.  

Para concluir esta primera parte se debe indicar que los autores sustentan las delimitaciones cronológicas que pueden definir la historia del tiempo presente. Por un lado, Josefina Cuesta (1983) ubica una cronología que empieza desde 1945/50 hasta nuestros días, continuando la tradición del Instituto de Historia del Tiempo Presente (IHTP); también, toma como objetivos sustanciales disponer centros de documentación sobre la II Guerra Mundial, así como investigaciones y reflexiones metodológicas que escrudiñen este acontecimiento dotado de sentidos para el “tiempo mundial”. Por otro lado, Hugo Fazio (1998) se distancia de la historia contemporánea y estaciona al tiempo presente en la cronología de la década de los noventa, periodo considerado de mayor desvinculación entre presente y pasado, y como una década de ingreso al “tiempo mundial”. Así, aunque con diferentes cronologías, los autores no niegan que los referentes históricos también puedan ser establecidos por las demandas sociales, en otras palabras, por la urgencia que estampen los agentes protagonistas de la acción histórica en curso.

II

¿Qué utilidad tiene la historia del tiempo presente para la memoria del conflicto y qué aspectos para cuestionar son válidos?

Este segundo cuestionamiento relaciona el contenido de los textos con el interés por la memoria del conflicto armado en Colombia; y, también, por argumentos que llaman la atención concerniente al “tiempo mundial” y el desaparecimiento de los Estados-Nación como referentes del pasado. Conviene subrayar que, el principal interés de las lecturas es edificar una parcelación autónoma en la historiografía, tal y como la hemos comentado arriba por historia del tiempo presente. Si bien no son textos que construyen una memoriografía si establecen puntos de conexión entre la historia y la memoria, y especialmente eso nos interesa: la utilidad de la historia del tiempo presente para los trabajos de memoria. Aunque tenemos en cuenta que tanto la historia y la memoria son saberes que deben construir textos culturales en su autonomía y sin dominaciones, creemos que los puntos de conexión entre una y otra favorecen la vinculación de las memorias con referentes históricos locales, nacionales o globales; muchas de esas referencias definidas por los sujetos de la acción histórica o por los hilos que el investigador establezca con la demanda social.

Nos parece útil para los trabajos de memoria la definición de Josefina Cuesta (1983) y Hugo Fazio (1998) sobre la historia del tiempo presente. Esto quiere decir que la historiografía se interese por el presente como tiempo existencial, en movimiento y biográfico nos une a lo que la memoria también urge, principalmente cuando se trata de hechos violentos y violación a los derechos humanos: que las memoriografías y las historiografías posicionen en la escena pública los significados y sentidos que las acciones violentas ocasionan en los grupos sociales y donde el investigador se ve atravesado por su propio tiempo. El resultado estaría en lograr hacer inteligible las heridas, los duelos y estados emocionales de los grupos sociales que conforman el Estado-Nación para poder sanar y transformar. Esta operación memoriográfica e historiográfica concebiría al sujeto o los grupos sociales como estructuras y estructurantes de procesos de larga duración; además, como vinculante a otras sociedades de presente común y que los crímenes de lesa humanidad son a la vez acontecimientos de enorme interés planetario.

Además, esta perspectiva historiográfica al privilegiar las fuentes orales y el tiempo corto establece conexión con la memoria. El testimonio oral como texto permite construir un hecho histórico y a su vez, reconstruir los sentidos del pasado de un grupo, el saber colectivo de un pueblo o la biografía de un territorio. Esta conexión con la memoria podemos ilustrarla brevemente con la memoria del conflicto armado en Colombia, fenómeno violento no internacional que escala a más de tres generaciones humanas. Al revisar las entrevistas inéditas que organizaciones han elaborado sobre las víctimas, así como las producciones documentales y las audiencias públicas entre víctimas y victimarios, vemos repetitivamente como el dolor se desborda y a su vez, como la resistencia moviliza voces en oposición; entiéndase la confrontación de la verdad de las victimas frente a la verdad de los victimarios, y la exigencia para encontrar una reparación satisfactoria. Así mismo, muchos de los testimonios nos colocan ante testigos de referentes históricos nacionales: los periodos de colonización de tierras en Colombia; las relaciones entre hacendados y colonos; la Dictadura; el Frente Nacional; las Bonanzas económicas; y la Seguridad Democrática como proyecto nacional de aniquilación de la diferencia.

Dicho lo anterior, en Latinoamérica el rol del Estado juega un papel importante diferente al modelo europeo: es un aparato político, económico y militar que tiene una relación estratégicas espacial para limitar la expansión territorial y el poder de los sectores sociales que construyen el Estado (Fajardo, 1996); a su vez, el Estado es el resultado de las relaciones sociales, de la construcción social de sus habitantes y en el caso Latinoamericano, una arena política para la transformación social y quizá el único espacio para el cambio. En ese sentido, si bien las tendencias globales de los acontecimientos nos sumergen a referentes históricos en vivo y en directo, de forma inmediata y urgente, que pueden cambiar los rumbos de nuestra existencia en curso (baste como muestra en el conflicto armado internacional entre Rusia y Ucrania, así como el genocidio de Israel contra Palestina), no son pie para el desaparecimiento del Estado como forma de edificar el tríptico temporal. En otras palabras, las demandas sociales representadas en las últimas movilizaciones sociales en Latinoamérica lo que demuestran es que, el Estado, como aparato que condensa la posibilidad de igualdad está más vivo que nunca; además, como construcción social debe solucionar problemas históricos de gran envergadura.  

Textos referenciados

Cuesta Bustillo, J. (2010). La historia del tiempo presente: estado de la cuestión. Studia Historica. Historia Contemporánea, 1, 227-241. https://revistas.usal.es/index.php/0213-2087/article/view/5714.

Fajardo Montaña, D. (1996). Fronteras, Colonizaciones, y Construcción Social del Espacio. In Caillavet, C., & Pachón, X. (Eds.), Frontera y poblamiento: estudios de historia y antropología de Colombia y Ecuador. Institut français d’études andines. doi:10.4000/books.ifea.2509

Fazio Vengoa, H. (1998) La historia del tiempo presente: una historia en construcción. Historia Crítica, 17, 47-57. https://doi.org/10.7440/histcrit17.1998.04

Autor