La era del yo

El fin de la historia, la crisis de futuro y la desidentificación constituyen las urgencias del presente y ciertos elementos del síntoma biográfico. El discurso individual y las historias particulares buscan abrir camino para reconstruir el discurso social, colocando en cuestión conceptos como ideología, memoria y vidas colectivas (Santamarina y Marina, 1993). En otras palabras, los sistemas de referenciación están siendo examinados en las ciencias humanas (Santamarina y Marina, 1995), incluyendo reflexiones sobre renovadas formas de construcción de identidad contemporánea. El presente, de inminente mediatización, modifica los discursos de experiencia de los sujetos, que ahora se emplean para atiborrar de intimidad y vida privada la historia canónica y universal que no conlleva emancipar a los sujetos.

Igualmente, los relatos de experiencia vital, aquellos que han comunicado y transmitido las prácticas humanas, atraviesan su desaparición. Las transformaciones económicas y las nuevas estructuras productivas han impuesto, con la industrialización y el establecimiento del discurso público, una vida basada en los modelos de información, lo que impacta en la narración de experiencias particulares, siendo subordinadas a la tecnificación (Santamarina y Marina, 1995). Hemos pasado de la narración centrada en la verdad, como garantía del yo, a la narración de saber de información; es decir, de la experiencia depositaria en la memoria a un discurso técnico de universalidad (Santamarina y Marina, 1995). Todo ello hace difícil producir historias de vidas donde la intimidad y la experiencia no sea instrumentalizada por el modelo de información o que caigamos en conservacionismo vital.

El síntoma biográfico se ha venido transformando desde los orígenes genealógicos de la autobiografía. La “interioridad” humana, aquel mundo de lo privado, no existió antes del siglo XVII, se fue creando como una esfera impuesta a manera de control de las pulsiones y la personalidad, certificando el espacio social de los estados absolutistas (Arfuch, 2007). Esta esfera de lo privado tiene autonomía de la economía y la familia, como espacio constituido de relaciones particulares, condensadas en la pragmática escritural del diario personal, donde el autoconocimiento y las interrelaciones íntimas van a producir nuevas relaciones entre autor, obra y público (Arfuch, 2007). Justamente, la esfera privada será un espacio de contención de lo íntimo contrapuesto al mundo de lo social, y las vidas privadas solamente aparecerán en el escenario de lo público para legitimar la responsabilidad de Estado; de ahí que las biografías tengan gran participación en las trayectorias políticas (Arfuch, 2007).

Sabemos que el relato civilizatorio de Occidente parte de escisiones del yo, dividido en lo público y lo privado; del sentimiento y la razón; el cuerpo y el espíritu; el hombre y la mujer (Arfuch, 2007). La mediatización de la “interioridad” humana se ha ido constituyendo, también, a través de la televisión y la transmedialidad, formando testigos oculares y convenciones de aclaración y oscuración de la visibilidad y la transparencia (Arfuch, 2007). En las Confesiones de Rousseau la voz autorreferencial operó como crítica a la escisión del yo, de la división de lo público y lo privado (Arfuch, 2007); como decíamos arriba, la perspectiva biográfica se interesa por la “interioridad” humana, pero, además, de modo esencial, por la apropiación del sí mismo, como “primeridad” y “fidelidad”; aunque, eso también sea “aparecer” en la reproducción de su propia vida mediante la identificación con los otros. Todo indica que lo más sustancial del relato es la auto-representación del sujeto, de testimoniar-se o nombrar-se cómo quien ha vivido aquellos sentidos de una “vida real”.

Sabemos que el sujeto es inacabado, que tiene posibilidad de autocrearse con múltiples identificaciones. Esa es la principal búsqueda en los relatos, el autorreconocimiento y su necesidad de identificación (Arfuch, 2007). Si el presente enfrenta al desaparecimiento de prácticas humanas debido al capitalismo, el “coleccionar” relatos de la transformación productiva y el cambio cultural, revela que, además de que las personas “olvidadas” o “desechadas” en los nuevos márgenes civilizatorios cuente su propia vida como historia, estamos al frente de la “formación de sujetos” y ante el testimonio de dolor de la existencia. El sujeto, al reproducir la dialéctica del tiempo histórico (la ventana hacia la vida nacional) y el tiempo personal (el espejo hacia la propia vida), también se enfrenta a los conflictos de su propia historia (Clot, 2011), pero también a las clases sociales y la dominación de las relaciones sociales que han contenido la liberación del sí mismo. Lo que exige soportar el relato de experiencia ante la tecnificación discursiva.

Definitivamente, si lo que queremos es analizar el impacto que ejercen las transformaciones de las estructuras sociales sobre la vida cotidiana de las personas, la dimensión individual del ser humanos es sumamente importante (Pujadas, 2002). No obstante, es un reto encontrar los elementos de lo individual y social en el relato, pero esta individualidad existe y se refleja como transferencia a la vida colectiva, unificada por principios, intereses y acciones sociales, convirtiendo lo social en un cúmulo o estructura de individualidades (Sánchez, 1995). Lo más relevante es la interacción y dialógica del individuo y la sociedad; los grupos primarios, los marcos sociales o las redes de interacción como formas de constituir a los sujetos. Por tanto, es hacer visible la existencia del sí mismo en las relaciones sociales de la época y en general el mundo de lo social.

Indistintamente, la historia es una invención arbitraria, donde la realidad aporta a su producción; entonces, es fundamental superar la materialidad del acontecimiento para ubicar significados, así las fuentes orales sean equivocadas o invenciones (Portelli, 1989). De modo que, biografiar recuerdos tiene sus desafíos, por las modificaciones que sufre al depositarlas en la memoria de “largo plazo” y al reproducirlas; lo que dependerá de la personalidad, la cultura y el lenguaje que intervienen la realidad (Sánchez, 1995). La memoria se articula con la palabra como interlocución de quien narra la vida propia, dando cuenta de la reflexividad, subjetividad y experiencia de lo vivido como unidad de significación; y, también, abre situaciones y circunstancias colectivas, que van a penetrar el espacio social que ha sido inaccesibles desde la ciencia objetivista y el archivo escrito (Santamarina y Marinas, 1995).

Muchas veces el esquema clásico de la memoria, entiéndase, evocación, reconocimiento y localización de los recuerdos, no opera de forma armónica. Revivir los recuerdos lo atraviesa los obstáculos del alejamiento en el tiempo y las formas de olvido; de modo que, reconstruir el pasado, siempre será una aproximación y fabricación del pasado con las nociones actuales del presente, que impactaran en los acontecimientos vividos (Halbwachs, 2004; Ferraroti, 2007). Así, los acontecimientos se convierten en puntos de referencia impuestos, como estados de conciencia del sujeto, que para reencontrar requieren de una reflexión profunda de la persona que reconoce y localiza sus recuerdos (Halbwachs, 2004). Efectivamente, los marcos sociales de la memoria se componen de corrientes de pensamiento en el que el individuo se constituye a través de las preocupaciones de los grupos en los que se reproducen esos pensamientos; también, son el escenario para edificar los vínculos sociales donde el ser humano moviliza sentidos y recuerdos compartidos.

El discurso que producimos sobre la vida propia está mediado por su presentación pública, lo que hace inevitable que el relato se modifique en forma y contenido, porque la construcción de historias de vida es una especie de oficialización de la interioridad donde se aplican censuras y coerciones (Bourdieu, 1989). A la par, los sujetos se van diciendo a través del discurso; el hablar del sí mismo es integrarse, donde el autor y estudiado son el mismo sujeto (Santamarina y Marinas, 1993; Catani, 1993). Pero, eso no es todo, la producción del discurso también depende de la escucha, ya que el mismo sujeto que enuncia es el enunciado; un yo de varias circunstancias, tiempos y espacios diferentes que es organizado por un enunciador del presente; de modo que, el sujeto de la enunciación recrea al sujeto enunciado, lo pone en escena a través del relato (Santamarina y Marina, 1995).

Finalmente, la realidad social está dotada de las experiencias de los sujetos y la estructuración simbólica que resulta del enunciador y el interlocutor de las historias de vida. El discurso al ser evocativo y recreativo vincula dos cuestiones bien importantes, el texto y el contexto; es decir, la autopercepción de quien habla en relación con su entorno y ambiente social (Ferraroti, 2007). El texto y el contexto también lo vemos cuando lo vivencial del sujeto, dotado de individualidad y tiempo personal (espejo), es a la vez agencia en el tiempo histórico (ventana). Verdaderamente, cuando se ejerce un discurso sobre la propia vida, el individuo-sujeto conoce y re-conoce, lo que indica que la individualidad no infiere soledad o aislamiento, sino que hay interdependencia e intersubjetividad (Ferraroti, 2007). Esa reciprocidad son dos caras de una misma realidad, la del individuo-sujeto y la experiencia de vida narrada, escrita, expuesta al exterior de una “interioridad”.

Textos referenciados

Arfuch, L. (2007). El espacio biográfico: dilemas de la subjetividad contemporánea. Fondo de Cultura Económica.

Bourdieu, P. (1989). La ilusión biográfica. Historia y fuente oral, 27-33.

Catani, M. (1993). La historia de vida social como intercambio oral ritualizado. José Miguel

Clot, Y. (1989). La otra ilusión biográfica. Historia y fuente oral, 35-39.

Ferrarotti, F. (2007). Las historias de vida como método. Convergencia14(44), 15-40.

Halbwachs, M. (2004). Los marcos sociales de la memoria. Anthropos.

Marinas, J. M., y Santamarina, C. (1993). La historia oral: métodos y experiencias. Debate.

Marinas, J. M., y Santamarina, C. (1995). Historias de vida e historia oral. Delgado, J.M. y Gutiérrez, J.M. Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales. Síntesis.

Portelli, A. (1989). Historia y memoria: la muerte de Luigi Trastulli. Historia y fuente oral, (1), 5-32. https://www.jstor.org/stable/27753227

Pujadas, J. J. (2002). El método biográfico: el uso de las historias de vida en ciencias sociales. Centro de Investigaciones Sociológicas.

Sánchez, C. A. (1995). Biografía etnográfica. Etnografía: metodología cualitativa en la investigación sociocultural. Marcombo.

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