Hace días se llevó a cabo el evento Tras la Perla Summit en Santa Marta, donde se habló de la fundación de la ciudad y los “héroe españoles”. Diría que nada diferente a lo que se hace desde que tengo uso de razón. Iba a un colegio católico, donde la conquista solo eran hechos históricos que me tenía que aprender, sin cuestionar o reflexionar realmente qué había pasado, qué implicaciones tiene hasta el día de hoy – las desigualdades socioeconómicas, el racismo, el clasismo y otros tipos de violencia que nos atraviesan-, pero que hemos normalizado.
En dicho evento, hace una intervención el cantante samario Carlos Vives, que nos cuenta la forma en cómo, según él, debe verse el encuentro de dos mundos con un discurso cero empático y sin cuestionamiento alguno. Esto desató en redes sociales memes, opiniones contrarias a su historia romantizada y “positiva”, a su vez, se escribieron artículos contrariando su postura. Sin embargo, como la historia no termina con lo sucedido en el pasado, sino que impacta en el presente, me gustaría tocar unos temas específicos donde el señor Vives habla desde un lugar cómodo, desarticulado de la realidad samaria y diría que, del Magdalena, porque son esos territorios en los que he habitado y pertenezco.
Primero al ser un país católico, no se conoce la empatía hacia los demás, ni siquiera la palabra de dios que tanto predican – amar a tu prójimo, como a ti mismo – (Mateo 22:36:40). Menciono estas dos palabras empatía y amor porque parecen estar de moda, y no salen del vocabulario de las personas, pero en la práctica se desdibujan en la violencia simbólica y discursiva de un país racista, clasista, machista, homofóbico etc, como lo es Colombia. “Sembrar esperanza”, “recordar nuestras raíces” cuando al mismo tiempo pide que solo recordemos lo “bueno” de la historia… y, los esclavizados, el genocidio de los indígenas, las mujeres violentadas y violadas por los “héroes españoles”, las infancias robadas y destruidas, las tierras robadas, la misma imposición del catolicismo, que dice que dios es amor, pero ¿cuál amor? La conquista y la colonización de América no repite a un intercambio de culturas sino a una geopolítica de expansión de Europa. Por lo mismo, sigo pensando que hablar de empatía y amor es fácil, aunque esta suponga de un YO para otros y no un nosotros colectivo. En esta sociedad individualista pensar en el negro, el empobrecido, en las mujeres, en las personas diversas, los que no aparecen en la historia, es casi imposible para la élite, aunque suenen lindas sus palabras, aunque estén decoradas y se diga desde la calma que supone el auditorio no deja de ser una burla, una forma de negar las resistencias y las problemáticas actuales.
Segundo, el vernos desde los ojos del conquistador como ese ideal perfecto, ese camino a seguir para ser aceptado a medias, o la idea de irnos a emigrar en el “país de la oportunidad” no es un capricho de aquellos que construimos nuestra vida con sueños e ilusiones que muchas veces tenemos que dejar ir. También viene de una historia donde los “conquistados” eran obligados a llegar a ese ideal de “civilización”, parecernos más a los españoles, era la única forma de no ser tan pecadores. Esa imposición ha perdurado hasta el día de hoy y aunque parece casi invisible, aun los colegios siguen siendo católicos en su mayoría aunque Colombia sea un país laico, el tener que aprender inglés porque te da más oportunidades de trabajos y educativas y a pesar de que nos reusemos es casi imposible, porque es necesario para defenderte en esta globalización. El emigrar por un sueño en otro país, porque aquí en el nuestro, si no se tiene el apellido, la palanca, el político a tu favor simplemente te excluyen, por eso no nos estamos dejando ganar, simplemente hemos aprendido adaptarnos, para sobrevivir. Si no conocemos la historia, entonces cómo nombramos a aquello que cotidianamente nos violenta, nos margina y nos niega una identidad diversa. Es bonito hablar de esperanza, pero si se hace desde el privilegio desconociendo las realidades, simplemente se vacía de significados y se recae en la peor de las violencias: el olvido.
Por último, cómo superar los problemas y si se pretende ignorar la historia cruda y violenta que también nos construye como personas, acaso nuestra sociedad no es violenta. La historia no es algo que queda en el pasado y que no tiene impactos en el presente, pero si nos negamos a conocerla en su totalidad, cómo vamos a nombrar las violencias que se originan en la conquista, en el proceso de la colonia. Entonces dónde buscarían su historia los afros, los indígenas, las mujeres, si en los “buenos momentos históricos” solo se leen las hazañas de hombres blancos que nombraron territorios que no les pertenecían en el nombre de reyes y de dios. Cómo podríamos identificar los mecanismos de poder que utilizan para oprimirnos y que buscan la manera de adaptarse constantemente, entonces si nos negáramos a conocer las diferentes opresiones de la historia. Cómo reconoceríamos a los que somos sometidos actualmente por los medios de comunicación, por la élite de la cual Carlos Vives hace parte, la historia no es solo de ellos, es de todos, todas y todes aunque esta no haya sido un realismo mágico.