Luchar en la diferencia

¿Cómo resisten y luchan las mujeres? Quizás la pregunta más difícil que me he planteado. Estaba en mis clases de género cuando el feminismo hegemónico me invitó, casi obligada, a leer sus olas, diciéndole a mis adentros: ¡Guau! —Qué tremenda manera de resistir a una sociedad patriarcal que nos confina al espacio privado—. Cada página de «feminismo para principiante» me emocionaba. 

A medida que me acercaba el final de mi lectura, noté que solo se mencionaba a una mujer negra, y ella se cuestionaba si era mujer. Esto provocó otras preguntas, ¿cómo otras mujeres están luchando contra este sistema patriarcal? Mencionar que hay mujeres negras, indígenas o campesinas es insuficiente para indicar que están luchando o resistiendo, y tal vez la presión que Truth había inducido responde a esta mención. 

Ahora, escabullirme en lecturas de mujeres campesinas en el Caribe colombiano me ha llevado a descentralizarme de un lugar remoto en el que sus problemáticas no me han atravesado y a establecerme aquí en el Caribe. Al mismo tiempo, me he dado cuenta de que ser mujer tiene muchos lugares de enunciación; como resultado, hay muchas luchas y formas de resistir ante este sistema patriarcal que nos ha hecho invisibles, silenciadas y violentadas en varias dimensiones. 

Como resultado, esta reflexión se centra en la historia de vida de María Zabala: una mujer campesina magdalenense, madre y viuda, líder y gestora de una lucha contra la violencia que llevó al establecimiento de una comunidad en la que las mujeres alzan sus voces para jamás ser calladas, una de las cuatro historias contenidas en el libro “Mujeres que hacen historia: tierra, cuerpo y política en el caribe colombiano”.

La vida de María Zabala ha estado marcada por un número incontable de violencias desde que nació. Lleva trabajando desde los 15 años, sin poder estudiar y con muchas ganas de salir adelante; se casó y tuvo varios hijos. Sin embargo, el conflicto armado de Colombia desestabilizó a su familia, dejándola viuda, sin casa, a la deriva y con dos hijos pequeños y un bebé en camino. 

Sin embargo, si bien este fue un cambio abrupto y obstructivo en su vida, no le impidió comenzar una nueva vida en Montería, donde comenzó a liderar un esfuerzo de gestión en su nuevo barrio para obtener servicios públicos, educación para niños y capacitándose para obtener mejores oportunidades para su familia. También ayudó a familias desplazadas, independientemente de sus circunstancias en ese momento, hasta que decide luchar por la tierra en el campo con un grupo de mujeres. 

En ese momento, la violencia paramilitar atemorizaba la ciudad, pero esto no sería una limitación para que se organizara y continuara luchando por su tierra con otras mujeres. Esto permitió la adjudicación de las tierras y la construcción de Valle Encantado. Se convirtió en una vereda en la que las mujeres tomaban el mando y sus decisiones eran ley, a pesar de que esto resultaba en conflicto con los hombres, nunca renunciaban al mando. A pesar de las dificultades, incluida la incitación a la violencia por parte de grupos armados, permanecieron en pie y lucharon para mantener vivos sus sueños y esperanzas. 

La historia de vida de Maria Zabala ha sido crucial en este viaje de caminos que, muchas veces, no llevan a ninguna parte y te dejan en el vacío, pero ahora entiendo que las mujeres resignifican y resisten desde su propia fuerza, posición y muchas veces, según lo permitan las circunstancias. Aunque, en las páginas de ese libro, la gestión de María Zabala para transformar las realidades de su entorno parecía innata, como si hubiera nacido con ese sentido que le dio las bases para no rendirse y tender puentes sólidos con otras mujeres en su misma situación de conflicto; lo que me llevó a preguntarme si todas las luchas pueden combinarse en una sola. Porque no es solo una lucha contra el patriarcado, sino también contra el capitalismo, el olvido y la guerra. 

¿Todas tienen intereses como María Zabala?, además, ¿María consideró estas categorías al alzar la voz contra las injusticias perpetradas contra ella y el pueblo de Valle Encantado? Tal vez no, quizá algunas, pero nunca todas. 

En resumen, durante mucho tiempo, las mujeres han estado sometidas a una dicotomía absurda entre ser empoderadas u oprimidas, resultado del eurocentrismo heredado, en el que las mujeres del campo deben lidiar no solo con lo que significa ser mujer en un sistema patriarcal, sino también con el imaginario que automáticamente las subordina debido a su ubicación geográfica. 

Esto también ha hecho que las víctimas sean incapaces de salvarse a sí mismas cuando no están seguras de qué hacer en su vida cotidiana, como en el caso de María Zabala, que transforma su realidad en conjunto con otras mujeres; pero también soñaron un futuro diferente, porque las mujeres pueden no haber pensado en un sistema patriarcal o categorías que solo usamos para etiquetar las violencias que nos sucede. Pero eran representantes, líderes y alzaron sus voces.

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