Hay ciertas ideas sobre las creencias, que se cree que son una parte fundamental de la vida humana, como las ideas, valores y principios que guían nuestros pensamientos y acciones. Sin embargo, se dice que las creencias, tanto positivas como negativas, pueden tener un impacto en nuestro bienestar físico y emocional, así como en nuestras relaciones con los demás.
Las creencias religiosas han sido una parte integral de la vida de muchas personas desde el principio de los tiempos. Sin embargo, hay un número creciente de jóvenes que se están alejando de las creencias religiosas tradicionales. Se considera que esta tendencia puede atribuirse a una variedad de factores, incluido un mayor acceso a la información, una disminución en la importancia de la religión en la sociedad en general y la cultura secular, que puede definirse como una forma de vivir y reflexionar basada en valores no religiosos, entre otros.
Ahora, es importante reconocer que nuestras creencias son, en gran parte, el resultado de nuestra educación, cultura y experiencias de vida. Sin embargo, también es crucial cuestionar nuestras creencias y estar abierto a la posibilidad de que sean incorrectas o limitadas. Y es fundamental recordar que podemos ampliar nuestras perspectivas y aprender a ver el mundo de una manera más amplia y enriquecedora.
Como se dijo anteriormente, el mundo de las creencias religiosas se ha dejado a un lado para algunos jóvenes, en mi opinión, debido a una cierta tensión familiar que te obliga a hacer cosas o estar en lugares donde te sientes incómodo. Además, muchos de los jóvenes que no asisten a la misa o al culto lo hacen porque se sienten incómodos con no saber cómo actuar o incluso saber exactamente qué hacer.
Hablamos de religión desde que éramos niños, pero hablamos de ella de una manera satanizada, con frases como “si no vas a iglesia los domingos, no vas al cielo” o “si haces ciertas cosas mal, el diablo viene por ti”, creando miedo o incertidumbre sobre lo que es la religión. Nos hacen crecer diciéndonos que si vamos a la iglesia, somos buenos, y si no lo hacemos, somos malos. Considero que hay una necesidad de una buena educación religiosa en la que los niños y los jóvenes no estén obligados o aterrorizados a creer, sino que se sientan libres de hacerlo.
Que si no sigues ciertas ideas o pensamientos, se convierte en un asunto complicado para un joven, que puede tener un momento de rebeldía o descubre otras formas de entender la existencia, y por estas acciones, es señalado o juzgado de cierta manera, principalmente por su familia.
En cuanto a la educación religiosa, no hablo de que te enseñen cómo ser monja y seguir ciertas reglas, o cómo ser padre y hacer lo mismo; más bien, te enseña cómo pensar y creer de una manera diferente, que hay cosas malas y cosas buenas, que estás haciendo las cosas bien y que lo nuevo es bueno, pero que hay que manejarlo con cuidado; una educación que no te llena de conflictos.
Si bien es cierto que la religión ha proporcionado a muchas personas orientación y consuelo, no todas las creencias religiosas son igualmente benéficas. Ciertas creencias religiosas pueden ser opresivas, limitantes o incluso peligrosas, especialmente cuando se usan para justificar la discriminación, la violencia o la intolerancia. En este sentido, es fundamental que los jóvenes sean críticos y reflexivos en su exploración religiosa, y que distingan entre las creencias que les ayudan a crecer y a desarrollarse plenamente.
Un día, escuché un comentario sobre pensamientos antiguos, en el que la persona me contaba que si alguien acudía a ellos con nuevas ideas o pensamientos, serían juzgados y/o maltratados; una situación en la que todavía vivimos hoy, donde si crees, piensas, ves y actúas de manera diferente, serás inmediatamente señalado.
Es importante enfatizar que los jóvenes que no siguen una religión no son inmorales o carecen de valores. De hecho, muchos jóvenes que no se identifican con una religión han desarrollado sistemas éticos basados en la empatía, la justicia y la compasión. La ausencia de una creencia religiosa no implica la ausencia de moralidad o una guía ética para vivir.
En resumen, es valioso que los jóvenes tengan la libertad de explorar sus propias creencias y valores, ya sea a través de la religión o de otros medios. Lo que importa es que los jóvenes reconozcan la importancia de sus creencias y valores en sus vidas y los exploren de manera crítica y reflexiva para tomar decisiones informadas y responsables en el futuro.