Memoria social y memoria política

Luis Fontalvo-Ramos

I

¿Cómo se diferencian la memoria social y la memoria política y en cuál de estos campos se puede ubicar la Agrupación de Paine?

Los cuestionamientos precedentes tienen el objetivo de elaborar un diálogo desde la propuesta de Javier Lifschitz (2012) en el campo de la memoria social y memoria política, que incluya sus diferencias, especificidades, formas de recuerdo y argumentos sobre distintos regímenes de memoria; y, a partir del texto de Gloria Sotomayor y Carolina Maillard (2017), sobre la memoria de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados de Paine (AFDDyE), procurar argumentar su asiento en algún campo de estas memorias y exponer elementos característicos que la distinguen para justificar su ubicación. Conviene subrayar que, el primer texto, expone casos específicos para ilustrar relaciones conceptuales, pero es un contenido arraigado en el saber académico y se desenvuelve en otras lógicas discursivas. El segundo, por lo tanto, se instala en una red de procesos políticos y sociales de organización con agencia en la batalla por la memoria. De manera que, podemos edificar una conversación explicativa de dos campos de memoria y la manera en que una Agrupación tiene correspondencia con un campo específico.

            La memoria social como vínculo espontáneo entre grupos nos remite a Maurice Halbwachs. Este autor describe los encuentros cotidianos de la vida social como medios interactivos para hablar del pasado y donde se emplea solidaridad (Lifschitz, 2012). Es decir, los procesos de interacción social, el desplazamiento entre grupos y las oralidades originan narrativas colectivas y enlazan a nuevos agentes, lo que ubica este campo de memoria en un orden social (Lifschitz, 2012). En realidad, esta perspectiva proviene de la teoría sociológica de Émile Durkheim, para quien el trabajo forja diferentes tipos de solidaridad sin que estos propiamente construyan lazos sociales; por ende, para Halbwachs, el recuerdo del pasado en los encuentros coloquiales de grupos y agentes es un vínculo social que provoca solidaridad, siendo análogo al trabajo (Lifschitz, 2012). Precisamente, el pasado está vivo y vive en la conciencia de cada grupo, alimentándose de las experiencias vividas. Pero, por más que la memoria social remite a grupos humanos, no siempre deben estar presentes, porque al recordar nos instalamos, virtual o presencialmente, en perspectiva de grupo (Lifschitz, 2012), por ello el individuo está vinculado con el recuerdo y la interacción colectiva. A pesar de que, para Halbwachs, los lazos sociales son inestables y efímeros, tal y como es la memoria social.

            Este vínculo espontáneo de la memoria social establece la diferencia principal con la memoria política, porque esta última se desarrolla en vínculos sociales con acciones de intencionalidad. Aunque ambas memorias son relaciones sociales e interacciones entre sujeto y grupos, y las dos son mediadas por el lenguaje, es decir, por las narrativas, se diferencian porque la memoria política emplea actos de habla y acciones no lingüísticas como operaciones comunicativas conducentes a un fin (Lifschitz, 2012). Los actos de habla se implantan en el plano discursivo, en lo decible, donde su intencionalidad está en lo expresado, incluyendo sus significados para alcanzar reconocimiento verosímil; y, las acciones no lingüísticas, situadas en la dimensión de la acción social, tiene una intencionalidad que influye en la realidad o la interpretación del mundo, que implica la confrontación con otros agentes (Lifschitz, 2012). Esta relación entre la búsqueda del reconocimiento de lo expresado y la interferencia con la realidad, vincula actuaciones estratégicas en la esfera pública, como interpelación al poder, a la realidad jurídica, cultural y política.

            Lo más importantes es que la acción estratégica de la memoria política tiene por designio la influencia y el confronto en la esfera pública: este espacio social donde circula y se condensan opiniones oficiales que van interfiriendo en el poder político (Lifschitz, 2012). Esta red para la comunicación de contenidos tiene participantes y/o agentes que “asumen posiciones” y “uniones potenciales”, que van confrontando la realidad a través del diálogo y la opinión (Lisfschitz, 2012). Este campo es evidente en la construcción de memorias nacionales como tarea estratégica de los Estados; este nuevo régimen cambió la memoria como vinculación espontánea por una del deber de la sociedad, restando vitalidad a la memoria viva de la que comentábamos con Halbwachs. Actualmente, la memoria se encuentra en los lugares por medio de los archivos, museos, celebraciones, homenajes y dispositivos para legitimar los Estados Nacionales (Lisfschitz, 2012). Puesto que este uso político de la memoria fue heredado de los imperios como posesión monopólica, para homogeneizar, aniquilar las diferentes perspectivas y puntos de vista de grupos humanos que puedan interferir en la construcción discursiva oficial (Lisfchitz, 2012).

            Las políticas de memoria propiciadas por los mismos Estados Nacionales son las que generan las condiciones de lo decible y lo indecible, es decir, los procesos de verdad y silenciamiento. Este marco social, principalmente post dictaduras en Latinoamérica, germina memorias subterráneas que forman parte de agrupaciones sociales oprimidas por la memoria nacional y que entran a disputar la esfera pública (Lisfchitz, 2012). Es así como, en la transferencia de la dictadura a la democracia, donde la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados de Paine (AFDDyE) brotan con gran potencia hacia la transmisión de lo no-dicho, a la contestación de una memoria oficial y la reivindicación de sus derechos. Los agentes de memoria de la AFDDyE han sido madres, esposas, hijas y hermanas, quienes con acciones de búsqueda de sus familiares en plena dictadura tuvieron un primer contacto camino a los centros de detención, para tener información respecto a las víctimas (Ochoa y Maillard, 2017). Esta búsqueda demostró que lo sucedido a una familia no era un hecho aislado, sino que muchas personas estaban en una situación similar, dando origen a una organización con mayor estructura a partir de los años 90; y que, desde entonces, lleva 45 años congregando a diferentes agentes para buscar a los familiares, recordarlos y exigir justicia (Ochoa y Maillard, 2017).      

            Las características de los agentes de la AFDDyE permite estacionar sus trabajos de memoria y acciones estratégicas en el campo de la memoria política, quienes al disputarse un capital cultural: entiéndase la memoria de lo ocurrido a sus familiares en la dictadura, el pasado de la Nación chilena, así como contar con medios simbólicos, jurídicos, organizativos y comunitarios para luchar y confrontar los acontecimientos sociales de la represión y el genocidio; permiten hacer reconocibles e interferir en la esfera pública la necesidad de verdad, justifica, reparación y no repetición (Lisfchitz, 2012; Ochoa y Maillard, 2017). Los trabajos de memoria de la AFDDyE posicionan a la organización como lugar y/o interacción para la ayuda mutua a través de la experiencia vivida y compartida, una forma de estrategia de sobrevivencia social que acompaña y enfrenta la adversidad (Ochoa y Maillard, 2017). El habitus de los agentes de la AFDDyE no surge propiamente como normativa del Estado de Chile, sino en su contra, responsabilizándolo de lo ocurrido en Paine como caso emblemático para el país y la Región Metropolitana; el cual tuvo un carácter masivo que marca un récord por la mayor cantidad de víctimas (70 hasta ahora reconocidas) en proporción al número de habitantes (Ochoa y Maillard, 2017; Lisfchitz, 2012). Además, la capacidad organizativa de la AFDDyE que incluye habilidades y tácticas comunitarias facilita que la experiencia dolorosa sea reincorporada de manera positiva y transformada creativamente como modos de duelo, a través de ritos, recreaciones, risas, convivencia, contención y persistencia de la memoria (Ochoa y Maillard, 2017).       

            Finalmente, los agentes de la AFDDyE transforman la lógica del campo político, ya que su sitio de encuentro no fue la militancia, sino la búsqueda de sus seres queridos y la necesidad interpelar al Estado a través de las denuncias por los hechos violentos ocurridos en Paine (Ochoa y Maillard, 2017). Precisamente, el ser parte de la AFDDyE les confiere una identidad y una práctica social de protesta que nace de la condición de sujetos procreadores, de las madres y de otros agentes familiares y no familiares que generan en esta agrupación la posibilidad de expresar lo no-dicho; así como el dolor y las preocupaciones en un espacio de interacción que traza la pertenencia a una realidad común con otras personas; y, les permite a conocer a los familiares a través de relatos de otros, conformando comunidades afectivas, de rememoración, entendimiento y de lenguaje compartido (Ochoa y Maillard, 2017). La resignificación de la experiencia de detención, desaparición y ejecución comprendió al acto de recordar, de hacer memoria, de testimoniar, de conmemorar y preparar actos litúrgicos, y no siempre debió ser un ejercicio doloroso para quienes conforman estas agrupaciones emocionales; sino, un espacio de normalidad y supervivencia afectiva para la sanación de las heridas provocadas por la dictadura (Ochoa y Maillard, 2017). 

II

¿Cómo emergen los agentes de la memoria y qué artefactos de memoria se emplean en la Agrupación de Paine?

Al finalizar las dictaduras en Latinoamérica, el surgimiento de los agentes de memoria se asoció a los lugares de memoria nacional, quienes inscribían en sus reversos las memorias que habían estado silenciadas y que eran depositarias del terrorismo de Estado; esta identidad política de los agentes estuvo asociada a la apropiación de monumentos y su interferencia con nuevos artefactos y mitos fundacionales (Lisfchitz, 2012). El caso de la AFDDyE fue diferente, tal y como expusimos arriba, lo que germinó la Agrupación fue el encuentro por acciones de búsqueda en los centros de detención para indagar sobre el paradero de sus familiares. No obstante, las acciones estratégicas desarrolladas por la AFDDyE no dejan de ser importantes y es evidente que la persistencia de sus memorias ha tenido gran visibilidad en la comunidad local, nacional e internacional; así como lograron apoyo de organizaciones defensoras de derechos humanos y de ayuda social religiosa. Además, una de las particularidades de estos agentes es la apelación al derecho internacional por tratarse de crímenes de lesa humanidad, lo que hace posible internacionalizar las demandas y llevarlos a disputar en una esfera pública global las memorias de sus naciones; interpelando la realidad jurídica de los Estados y la actuación de sus regímenes de memoria (Lisfchitz, 2012). En el caso de los soportes materiales de la memoria, la AFDDyE construyó el Memorial de Paine y junto a otras estrategias se convirtieron en un ámbito de acción valiosa para la batalla por la memoria.

            El Memorial de Paine está compuesto por un “bosque” de aproximadamente 1000 postes de maderas que dibujan el horizonte de la Cordillera de los Andes, el Valle y la Cordillera de la Costa; en medio de los postes de maderas hay espacios vacíos que representan la ausencia y desaparición de las 70 personas en Paine; en cada uno esos espacios las familias realizaron un mosaico para resignificar la ausencia y plasmar la presencia de la persona; y, en el centro, hay una plaza para el encuentro, descanso emocional y reflexión para la memoria (Ochoa y Maillard, 2017). El Memorial aborda el recuerdo desde la experiencia de vida de las víctimas y no simplemente la evocación como detenidos desaparecidos y ejecutados; además, este mismo artefacto denuncia la violación a los derechos humanos en Paine y reintegra el buen nombre de cada persona al revelar información sobre sus vidas; y, también, es un lugar de manifestación de las familias, de encuentro y rememoración (Ochoa y Maillard, 2017). Los mosaicos facilitaron conocer la historia familiar y comunitaria, y que la desaparición y ejecución dejara de ser un tabú al interior de las familias y comunidad; recurrieron a representaciones personales, símbolos y conceptos de los detenidos en el que se resaltan roles familiares, las identidades campesinas, sus pasiones; y, en algunos casos, la participación política a través de banderas, libros y poemas (Ochoa y Maillard, 2017). Este lugar es el único soporte material de la memoria ubicado en el sector rural de la Región Metropolitana; y, a la vez, un espacio activo visitado por nacionales y extranjeros que genera reconocimiento de lo acontecido en Paine sin que se pueda negar (Ochoa y Maillard, 2017).

            Finalmente, resaltamos que en el campo de la memoria política fue posible la emergencia de nuevos agentes que transfiguran el mismo campo político, así como nuevos medios de expresión y formas de disputa social (Lisfchitz, 2012). Estos agentes son diversos en todo el continente latinoamericano, algunos emergen a través de las acciones de búsqueda, las denuncias y manifestaciones en sitios públicos; así como quienes intervinieron en los planos administrativos y judiciales para el caso de los grupos de derechos humanos. Entre las acciones judiciales que la AFDDyE realizó fueron los recursos individuales y masivos de amparo, las denuncias por desgracias, querellas por secuestro o detención, y brindar testimonio de la detención de sus seres queridos y de la imposibilidad de su ubicación. Los soportes materiales de la memoria han sido potentes en la batalla por la memoria, erigiendo monumentos propios; pero, a su vez, interviniendo emblemas, plazas públicas o recintos privados donde se transgreden las memorias nacionales y van emergiendo narrativas ocultas por muchos años y que encuentran las condiciones para su posicionamiento. Este campo de la memoria política permite transgredir la intencionalidad estatal de ver la memoria como un deber y pasar a la formación de un vínculo social intencional, pero con la capacidad de hacer catarsis social sobre los actos de violencia a los que ha llegado la humanidad.     

               

Textos referenciados:

Lifschitz, J. A. (2012) La memoria social y la memoria política. Aletheia, 3(5).  http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.5442/pr.5442.pdf

Ochoa, G., y Maillard, C. (2017). Memoria Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados de Paine. Germina, conocimiento para la acción.

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