Creo que la mejor manera de manejar lo que pasó es contarlo hasta que me pueda reír de lo ridículo que es. Entonces aquí va, mi experiencia el primer día de clases como estudiante de intercambio en Alemania:
20 minutos antes de que iniciara la clase, llego a un edificio cuyo nombre no sé pronunciar y cuya distribución de salones no entiendo preocupada por llegar tarde. Apuradamente le pregunto a una estudiante alemana (en inglés) cómo ubicarme. El salón está vacío, pero a lo lejos veo unas caras familiares, personas amables que conocí en alguna de las fiestas de estudiantes extranjeros. Después de hablar por unos minutos, la clase inicia a las 2:15 pm. El profesor, un hombre español de mediana edad se presenta a sí mismo y a la clase “Gender and class inequalities” (inequidades de género y clase). Después de eso, todo fue de mal en peor.
El profesor mostró dos imágenes de Sudáfrica, un barrio rico y un barrio pobre, nos pidió que nos pusiéramos en los zapatos de los habitantes pobres e imagináramos como sería vivir ahí. Nadie quería responder cuales serían los problemas que enfrentarían, así que alcé mi mano y hablé sobre los problemas ambientales, económicos, de género, de salud, de educación, etc, que se presentan en estos lugares. Un poco sorprendido el profe preguntó cómo estaba tan segura de lo que había dicho, y pues soy clase media colombiana, no soy ciega a la realidad de mi país, y problemas similares pasan aquí. Aún así, creo que no quedó tan sorprendido como yo al escuchar el comentario que hizo una compañera después de mí. Fue tan impactante que se merece ser un párrafo completo:
“Yo una vez fui a Colombia y me metí por accidente en un barrio pobre, todo era feo y olía mal”. Creo que ni la película Parásitos logró mostrar tan bien la diferencia de las clases como ese comentario.
Al mostrar dos barrios europeos, uno rico y uno pobre, y solicitar el mismo ejercicio. Muy preocupado uno de mis compañeros mencionó que nunca había visto un barrio pobre en Europa pero que debía ser muy difícil no tener la posibilidad de tener muchas opciones para elegir donde tomar café. Así es, lo leyeron correctamente, el Starbucks era su preocupación.
Creí que eso iba a ser todo, me equivoqué de nuevo. Al presentar estadísticas sobre la participación política entre pobres y ricos y pedir nuestra opinión, creí necesario alzar la mano (si, otra vez) y mencionar que se debía tomar en cuenta otros factores a los que el mencionaba, como el conflicto interno del país, grupos al margen de la ley, acceso a vías de trasporte y entre otras. El profesor ni me respondió, pero al resto de mis compañeros sí.
Más adelante, introdujo el género presentando un ejemplo de India, realizando un subtexto en el que daba a entender que las únicas personas que tenían diferencias socioeconómicas tan notorias eran las personas de color entre ellas mismas, y no entre blancos y gente de color. Por si fuera poco, mencionó que solo iba a tener en cuenta 2 géneros: mujeres y hombres, sí, en la clase de género. ¿No es la invisibilización un problema que lleva a inequidades socioeconómicas? Cuando levanté la mano para decir que no entendía por qué en una clase de género solo se tomaban dos, y que aún sí quería hablar solo del sexo, tendría que incluir a las personas intersexuales, me sonrío y me dijo “que hablé alguien que no haya participado”, y procedió a darle la palabra a una compañera que había hablado múltiples veces. Como persona no binaria fue una ofensa.
Cabe resaltar que era la única persona de color y latina en ese salón de clase.
Pero también quedé gratamente sorprendida después de la clase. Pues al contarles lo sucedido a Johanna y a la profe Anne (quienes trabajan en el proyecto con el que tuve la oportunidad de venir a Alemania, y que me han ayudado mucho en este proceso) , me contaron que aquí eso no se queda como una ofensa y ya. Reporté el caso a la oficina de antidiscriminación y diversidad de la uni y ya tengo fecha para mi cita. Me parece genial como dentro de la misma universidad se hacen cargo que los profesores respondan por lo que hicieron. Cosa que no pasa en la Unimag, citando aquí a la revista Bololó “¿Cuántos Boaventura de Sousa hay en la universidad del Magdalena? Acosadores disfrazados de académicos y protegidos por el silencio”. Esa desgana que tenía de no reportar lo que pasó porque “¿para qué? Si nunca hacen nada al respecto y una termina exponiéndose y metiéndose en problemas por hablar” se me quitó, cuando me di cuenta de que aquí los reportes no se quedan solo como eso.